En sus propias palabras - Talento Boricua

This blog republishes various interviews -featuring famous Puerto Ricans who were all public school graduates- that appeared in the (now offline) Puerto Rico Department of Education website (formerly at www.de.gobierno.pr). Serves as a good teaching tool and public reference on these characters' lives. In Spanish.

Nombre: David
Ubicación: San Juan, Puerto Rico

No todo boricua es reggaetonero, y yo no lo soy... pero sí me interesa que la gente nos conozca y nos respete tal y cual somos; se supone que ésta sea la base para el respeto mutuo entre pueblos que no han dejado de ser hermanos.

domingo, octubre 16, 2005

Por algo se comienza

En 2003, cuando yo era gerente de servicios de Internet del Departamento de Educación de Puerto Rico, y mi responsabilidad era mantener www.de.gobierno.pr, se me ocurrió entrevistar a varios puertorriqueños famosos cuyo esfuerzo de superación los hubiera llevado al éxito profesional, con la idea de darle un ejemplito de superación a los estudiantes del sistema. El único prerrequisito era que debían ser todos egresados del sistema público de educación de Puerto Rico (cosa que logramos con todos excepto uno, simplemente porque no encontrábamos un arquitecto experto en acústica egresado del DE). Mi intención era de que los estudiantes vieran de qué eran capaces nuestros entrevistados, y cómo llegaron al éxito siendo -como ellos mismos- producto de nuestra escuela pública.

Gracias al Rolodex de mi ayudante, Roberto Martínez de la Torre (un trabajador de la cultura en Puerto Rico por cerca de 35 años) pudimos subir nueve entrevistas... que luego tuvieron que bajarse para honrar la Ley Electoral de PR. Ver el "website" completo abajo en cuestión de dos meses fue más que frustrante.

Para que no se pierda el trabajo que pasamos, he aquí lo que publicamos aquella vez... Cada entrevista es publicada en las propias palabras del entrevistado, con muy pocas ediciones. Será largo para algunos, pero es la forma más fidedigna que encontramos de brindar este contenido a los lectores. Con el tiempo añadiremos fotos, enlaces de Internet, y otros recursos de multimedios que salieron en la serie original.

viernes, octubre 14, 2005

Graciela Rivera

(entrevista hecha en 27-junio-2003)

Casi todos los jóvenes cuando me hablan dice: “mi abuelito, mi padre era fanático de usted.” De todos los funcionarios de gobierno, la única que se interesó en lo que yo hacía fue Felisa Rincón de Gautier, cuando era alcaldesa de San Juan, cuando yo regresé a Puerto Rico en 1947 luego de estudiar y trabajar allá (yo salí en 1940). Felisa se apegó mucho a mí. Cuando yo le decía que tenía que ir a New Orleans a cantar, ella iba a verme, ella pagando el pasaje, aún yo queriendo pagárselo (ríe). Había un vínculo tan grande entre nosotros, que te puedo decir que la tradición que conocemos nosotros de los Tres Reyes Magos enfrente al Capitolio, empezó en su casa, y mi esposo se los hizo. En su casa mi esposo armó los reyes, el pesebre, con unos vecinos que ella tenía. Felisa fue como una mamá mía, también.

Yo nací en Ponce. La situación mía es peculiar, empezando porque era la séptima de ocho hijos, y no tuve nada nunca… en mi casa, desde los cinco años, mi padre tenía Victrola, y tenía discos de Caruso, y yo oía esa música y me ponía a imitarla, pero yo no sabía que era ópera. En casa había piano, porque mi padre era ministro, y se ponía a tocar los himnos de la iglesia. Mi madre me dice que a los dos años yo bailaba la música de los himnos… (ríe). Por eso decía que yo tenía la música por dentro. Porque eso es una cosa que tenemos todos los puertorriqueños. No hay gente que no tenga talento natural aquí (sonríe)

Yo cantaba “Cristo me ama… Cristo me ama…” y lo sentía y todo. Empecé a ir al culto y aprender sobre Jesús y todo, desde los 5 años.

Mi familia luego se mudó a Cataño. Vivía en la Punta, en Cataño. Al principio iba a la escuela en la Punta. Todo el mundo le llama “La Puntilla”, pero era verdaderamente la Punta, y de vez en cuando se metía el agua en los salones, y nos teníamos que ir. Luego hice el 4to. Grado, en la Horace Mann Towner, y tenía que ir hasta la plaza o más lejos para ir a la escuela, y era un camino… no podíamos ir en carro, si no, se rompía.

Mi padre tenía carro cuando yo era niñita. Me acuerdo que todos nos sentábamos en el carro, que era un carro marca Willie Snyde, algo parecido a un Willis Jeep. Como los taxis de Inglaterra, el carro tenía dos sillitas atrás. Mi padre ponía una tabla grande atrás, y nos sentábamos cuatro (ríe). Íbamos siete en un carro, tres y cuatro. Todo el mundo iba desde Cataño a Vega Baja, donde nació mi padre.

Toda esta cosa musical estaba natural en mí. Yo iba al piano, oía una melodía, y la sacaba en el piano. Escuchaba las notas y sabía donde tocarlas. Iba a las películas de Hollywood, que al principio eran mudas, no había mucho de eso, pero luego, para los 1930’s, ya había muchas películas musicales. Yo iba a la primera tanda, y me aprendía la melodía y todo; a la segunda me aprendía la letra. Regresaba a casa, y ya yo me sabía todo. Antes de que viniera, con el curso del tiempo, antes que vinieran a Puerto Rico esas canciones. Era increíble.

Tuve la suerte que el Señor me dio un talento natural, y mi familia me dejaba estar expuesta a eso, no les molestaba. Recuerdo que a los once años, cuando yo estaba en séptimo u octavo grado, a las once de la noche, todo el mundo en casa estaba durmiendo, y yo estaba en casa, pegada a un radio, oyendo una estación de radio de Miami, desde el Hollywood Hotel, y era todo melodías. Yo oía eso y me encantaba. Era el deseo que yo tenía de oírlas. Yo imitaba las películas de Imperio Argentina, Libertad Lamarque, Grace Moore, Lily Pons… yo oía todas esas películas. Tenía ese interés. Uno aprende muchísimo de las películas, cuando son buenas. No hay donde aprender más que con ellas.

Siempre estuve expuesta al inglés, buen oído para el inglés. Mi padre trabajaba con misioneros americanos, ellos le vendieron una enciclopedia, y la que nos compró era en inglés. Allí estuve expuesta al inglés, a la música y a cosas de medicina. No sé si fue por la época, pero yo tengo un hermano, que todavía está vivo, el que me queda vivo, él y yo íbamos al cine, en el tiempo que las películas venían de Hollywood, donde los subtítulos eran en español, pero todo era en inglés. Al escucharlas estabas aprendiendo en inglés. Yo cuando regresaba a casa era capaz de repetir los parlamentos de las películas, frases que no son comunes en inglés. O palabras que uno repetía, que no eran comunes o las mejores en vocabulario, pero todo lo aprendí por el oído.

Porque tengo un oído, gracias a Dios, que me ha dado muy buenos resultados. La entonación, es un orgullo que yo tengo. La primera crítica que me hicieron en Italia… yo no lo podía creer. Explicaban cómo era que yo cantaba, cómo lo hacía, que decían que yo “tenía una entonación natural, y por lo tanto, perfecta” (ríe). Yo no sabía que yo podía hacer eso. ¡Yo nunca tuve maestro de canto! Yo tuve maestros de piano…

En casa yo escuchaba música por mi cuenta, y en las películas, pero de mi casa no me llegaba la motivación para cantar. Eso me llegó en la escuela. Primero me sospeché que tenía vocación para esto cuando estaba en 4to. grado, en la Horace Mann, un edificio grandísimo, en Cataño. Todos los viernes por la mañana tenían “opening exercises”, una costumbre muy bonita. Nosotros nos poníamos de pie, en fila, y mientras esperábamos venía gente a cantarnos y a bailarnos, a hacernos un entretenimiento. Me acuerdo como hoy que vino un muchacho, a cantarnos (canta “Painting the Clouds with Sunshine”) “When I pretend I’m gay / I never feel that way / I’m always painting the clouds with sunshine …” Una cosa que entraba, y en inglés, que se me quedaba… qué mucho yo aprendí de ese show.

Luego de Cataño nos mudamos a Santurce. Estudié en la Rafael Cordero, 5to. y 6to. grado. Luego, en la Rafael María de Labra, donde estudié 7mo. y 8vo., allí fue que empecé a cantar, un poquito. En la Labra teníamos –lo más bonito que yo encontré-, teníamos varias clases. Las mujeres teníamos costura –los varones tenían “shop”, teníamos clases de cocina, de arte y de música. Cuatro distintas cosas, según una deseara. En la clase de costura fue que aprendí a tener pa-cien-cia (ríe). Cogía una falda de campana, y tenía que hacerle el ruedo, a mano. Yo misma me eduqué a hacerlo, pensé que no iba a terminar nunca, pero me motivé a hacerlo, una y otra vez. Así me motivé a esperar, a tener paciencia. Y la paciencia es muy importante, hace mucha falta ahora. Hoy día nadie tiene paciencia, en la calle, todo es prisa, y no es necesario…

Nosotros cantábamos ópera en la Central High de Santurce. No sabíamos de música, ¡cantábamos todo de oído, en italiano, no en español! ¡Según lo oíamos lo repetíamos! Yo canté Rigoletto, canté Lucía de Lamermoor, hice Il Trovatore, que no es para mí, pero en aquél tiempo no importaba, Aída, al final... en la Central High. Un señor americano, que vino a Puerto Rico a enseñar inglés, y tenía problemas de respiración o alergias para quien el clima tropical le convenía. Vino a Puerto Rico, y era un ardiente amante de la ópera, y había estado en el mismo escenario que Mary Garden, una de las famosas cantantes americanas de la ópera. Él se propuso hacer esas óperas en la Central, y de de momento, muchachos que no se portaban bien en ninguna clase le ayudaban a hacer el escenario, la escenografía y todo.

La matemática no me entraba. Los números, nada… y sin embargo, cuando fui a estudiar a Juilliard, tuve que hacer un semestre de teoría sin crédito. ¡Qué bonito yo encontraba que, cuando yo fuera a llenar partituras enteras de ritmos, en distintos tiempos, tenía que aplicar nociones de matemática a la música. Y todo tiene que ver con matemática… el mismo principio del denominador común, en la matemática, y en la música, el requinto. Claro, al principio no me gustaba, porque tenía que pensar en términos de notas numéricas: La redonda, la blanca, la negra, la corchea, la fusa, la difusa y la confusa… (ríe estruendosamente)

Nunca tuve presión de grupo negativa. Lo que sucedía era que a mis compañeros no le importaba lo que yo hacía. Yo hacía lo que hacía. (Suspira melancólicamente)

Yo tuve una tristeza en mi familia porque mi padre, que era ministro, llegó el día en que, según mi madre, “cayó en la tentación”, y se fue. Nos abandonó. Es decir, él no estaba. Entonces mi madre estaba tan triste y tan desolada que no se interesó mucho en llevarnos a mí… ella, como si se hubiera perdido, no sé. Ella no se suicidó, ni se quiso matar, porque tenía mucha religión, pero que, era como si estuviera dejada de nosotros. Nosotros nos cuidamos nosotros mismos. Yo misma me acuerdo, siendo de las últimas… Lo único que tenía fácil era, me acuerdo, que cuando llegaba el tiempo de la limpieza de la casa. Las hermanas mayores (éramos 4 mujeres y 4 varones), hacían todo, y a mi me tocaba limpiar los muebles… poquita cosa. Cada uno hizo de su parte cuando mi padre no estuvo ya. Por esa razón todas seguimos lo que queríamos. A mí, pues, me encantó la música, y la seguí.

Teníamos suerte, porque, en las películas mudas, como no había música, yo no sé a quién se le ocurrió esto, pero en los teatros lo que se tocaba era música clásica. Yo he oído óperas completas, La Bohéme (de Giaccomo Puccini), por ejemplo, musicalmente, la orquesta, sin los cantantes (tararea música del primer acto), como fondo de esas películas. Yo vi además una película que era de (Vincenzo) Bellini, un compositor favorito, que yo no sabía quién era, La Casta Diva , que luego la aprendí. El Señor me dio la oportunidad de cantar en el pueblo natal de Bellini, en Catania, en su pueblo natal, en Italia, una ópera de él.

En mi caso, yo tenía la musicalidad por dentro, pero no estaba muy ansiosa por estudiar o dedicarme a eso. En primer lugar, no había dinero, no había oportunidades. Yo siempre veía las películas musicales, y salía del cine cantando las canciones (imita a Libertad Lamarque). Nunca pensé qué era lo que debía hacer. En la escuela Labra empecé a cantar para otras personas; antes de eso, solo en la iglesia, y muy poquito. En la Labra, la maestra de la clase de música dice un día: “vamos a hacer un show, y vamos a presentar esta canción”; y nos enseñó “Coctails for Two” una de las que yo oía en las películas.
Empezamos a cantar todos la canción, muchachas nada más. Las clases estaban segregadas entre muchachos y muchachas. En la segunda parte, que era mucho más alta,

“My head may go reeling
But my heart will be obedient
With intoxicating kisses
For the principal ingredient…

yo me pongo a cantar, y todas las muchachas me dejan solita… ya yo me sabía toda la letra*:

“…Most any afternoon at five
We'll be so glad we're both alive
Then maybe fortune will complete her plan
That all began with cocktails for two”

(Nota del Editor: Gracias a Spike Jones, ¡yo tambien me la sabía!)

Así que me cogieron para ser la solista… (ríe) Me tocó vestirme de hombre con una etiqueta, rodeada de muchachas, cantando con un cigarillo en la mano… porque la letra lo decía: “As we enjoy a cigarette…” Cuando todo el mundo se fue, yo quise probar, para ver de qué se trataba eso, que todo el mundo fuma. Hice así (aspira imitando fumar) y dije: “Dios mío, ¡qué malo es esto!”. No tosí ni nada, porque no me hizo efecto… pero no me interesó para nada. Luego descubrí que mi esposo se tardó casi ocho años en dejar de fumar. Eso me ayudó a mí en el futuro. Los cantantes debemos tener el pecho saludable. No hay que dudar que algo que tú le echas al cuerpo que no debe estar allí te va a hacer daño, incluso las cosas que te agradan. Es como cuando te vas a dormir; yo tengo ahora mismo un régimen, donde para dormir me tomo un vaso de leche y una galletita… pero solo una, por más que me guste. Creo que la palabra esencial aquí es… ¡di-sci-pli-na! (ríe) Me preguntaron en el programa de televisión “Cultura Viva” cuál es el secreto de yo estar en buena salud, cómo se explica como estoy a los 82 años. La respuesta es esa, disciplina.

En el teatro, especialmente en Estados Unidos… allí estuve en televisión y radio, todos los canales de New York… Por ejemplo, en programas especiales como The Bell Telephone Hour; en Canada yo estuve en radio, en un programa específicamente hecho para Latinoamérica, y donde yo he cantado un aria que no he cantado más nunca , la más difícil que hay, de Richard Strauss, una parte de coloratura… preciosa. Yo he tratado de averiguar si es posible saber dónde y cómo está. En la NBC había un programa de variedades llamado “Your Show of Shows”, un programa de variedades con Imogene Coca y Sid Caesar. Yo estuve allí con ellos, substituyendo a otra que cantaba las óperas y el material clásico en el programa, Marguerite Piazza. Yo la substituí a ella un verano. Ese show lo hacíamos en New York. Teníamos que hacer kinescopios para la costa oeste de los Estados Unidos (no había transmisión directa al oeste de Estados Unidos). Eso fue en el 1953, 1954. Eso debe estar por ahí en algún sitio*. Yo también hice en el Radio City Music Hall, en 1961, un show dedicado a Puerto Rico. A mí me usaron como la que sabía de Puerto Rico. Yo no sabía tanto de música popular, pero les expliqué ciertas cositas, y ellas las siguieron al pie de la letra. Les dí la idea para un “overture” que comprendía las piezas que yo hago cuando hago conferencias ilustradas sobre la música puertorriqueña. En Carnegie Hall hicimos un show patrocinado por el Periódico El Mundo, “Famous Puerto Rican Stars in the World of Music” con José Ferrer.

(N. de R. - Yo busqué esas referencias como un demente, a ver si podíamos sorprender a la Sra. Rivera con un video de su actuación en los dos programas. Se nos hizo bien, bien dificil. Aparentemente de 175 programas de Show of Shows la Biblioteca del Congreso tiene "videocassettes" de aproximadamente 40. De Bell Telephone Hour aparentan haber muy pocos. Si a alguno de esos investigadores fiebrús de Internet se le ocurre ayudarme a buscarlos... no pierdo las esperanzas de hacérselos llegar a doña Graciela un día de éstos...)

Yo serví de profesora en la Universidad de New York por 15 años. Hoy día vivo aquí porque estoy pensionada por esa labor; de otro modo no podría vivir del canto en Puerto Rico. Allí una de las primeras cosas que hice fue dar una clase de la historia de la música puertorriqueña. Escribí mi libro sobre el tema mientras lo estaba enseñando. Allí hablé de raíces, influencias y desarrollo autóctono. Empezamos con nuestras raíces: la percusión de los indios, que no se puede negar, pero todo lo demás venía de fuera. Llegó el día en que acá en América sacamos un primer ritmo, la habanera, que llegó a Europa. Allá Georges Bizet pone la habanera en su ópera Carmen (tararea “L’amour”) Cuando le tarareo el ritmo a los niños, eso a ellos les gusta, y les recalco que eso salió de acá para Europa, en el siglo XIX. Quizá hubo influencias antes, pero ese ritmo pega por toda América y Europa. Uno de los sitios donde pega es en Perú. Allá un cantante operático y se aprende la “Bellísima Peruana / Imagen del Candor…” viene acá, se enamora de una puertorriqueña, y para que cuadre con el ritmo le cambia la letra a “Bellísima Trigueña…” Nos llama trigueñas, que es bien bonito… Y a la larga eso termina siendo nuestro himno…

Yo tuve que ver tanto con esas historias que pasaban… lo que más me gusta, y lo que más recalco siempre, es que hay siempre influencias en todo lo que uno hace. Este americano Gottschalk, que viene de New Orleans a Puerto Rico, y se empapa de todos los ritmos negros, de allá y de acá. Y luego le atribuyen haber escrito una danza puertorriqueña… no, eso vino después. Tuvo ese deseo de que se conociera la música de Puerto Rico en otros lugares.

Yo fui a Estados Unidos a estudiar, porque siempre tuve de alguna forma la conexión con Estados Unidos. Primero, por mi padre y los misioneros, luego en la escuela.

Este señor americano que enseñó en la Central High presentó óperas allí. No he oído de ningún lugar en el mundo donde lo han hecho en Escuela Superior. En los colegios lo hacen, allá, aunque acá lo han hecho, son obras más ligeras, y de Broadway… pero la primera ópera que se montó acá. Yo no sabía lo que era opera, no quería oírla. Él presenta una operetta, y yo estaba en primer año de high. Era “The Pirates of Penzance”, de Gilbert y Sullivan, a 25 centavos y 15 centavos. Mi interés estaba en la música de las películas de Hollywood, y por eso no quería ir, pero una vecina mía, que era maestra en la Central, me dio dos boletos, para que llevara a su hijita. Yo siempre me prestaba para eso, acompañar a alguien a ir a funciones. Voy a la función a verla, y en ella oí a una muchachita cantando, un grupo de ellas , cantando un vals (tararea la melodía de “Poor Wandering One”), muy bonito. La solista enunciaba (tararea en staccatto) y yo me dije, de inmediato: “¡Eso es lo que yo quiero hacer!” Me encantó de inmediato. Recuerdo haber regresado a casa esa noche, y ponerme a tararear lo mismo... yo copiaba a todo el mundo, y entonces la copié a ella.

Esta niña, que se llamaba Jenny Rojas, lo hizo muy bien. Ella se fue estudiar a New York, estuvo por allá un tiempo, pero al final no tuvo éxito, no pudo, no se le dieron las oportunidades. Pero en la escuela queda el sitio vacío de soprano principal de ella, y al año siguiente me apunté tan pronto pude, luego de ver esa ópera en la clase de coro para poder participar. En la clase lo primero que hacían era probar la voz de uno para ver qué registro uno tenía. Cuando llega el momento de probarme a mí el maestro (entona escala “do-mi-sol-do-sol-mi-do”), sigo subiendo, y subiendo, y cuando terminé allá arriba, él me dice (con voz sorprendida) “oh, you’re a high soprano!” Yo no sabía ni qué era eso (ríe). Yo podía llegar siempre a los agudos más altos, al fa sostenido más alto que se pudiera llegar, no había música escrita que yo no pudiera cantar. En la primera presentación que hice en mi vida profesional, cantando Die Fledermaus, de Johann Strauss (hijo), que le llamaron “Rosalinda” (Rosalinde), porque así le llamaron en Broadway, cuando yo tenía que cantar un aria para audicionar en una escena de la obra, yo tenía que cantar algo, que al final tenía una nota más alta todavía, un sol sobreagudo. Yo lo hacía todas las noches (tararea la música final de “Spiel ich die Unschuld vom Lande”)* eso estaban tocando cuando yo estaba allá arriba (canta la nota, abriendo los brazos en parodia dramática, mientras todos reímos). Me gustó tanto, me gustaba tanto.

(N. de R. - Si algo aprendí al hacer y transcribir esta entrevista fue de ópera. Roberto Martínez de la Torre es un fiebrú de ópera, y por su amor al género y su aprecio a doña Graciela me llevó primero adonde ella... pero la post-producción de esta entrevista fue más retante que diseñar un ODS para un "data warehouse". De ésta le hago las vacaciones a Mario Alegre Barrios...)

En la Central High yo seguí cantando. No solamente canté el cuarto año que hice; luego de graduarme les canté dos óperas más, porque por dos años no había soprano que me substituyera. En ese periodo, no hubo beca para mí. El maestro pidió beca, pero no la había. Cuando el maestro quería enseñarme las óperas, el venía a mi casa. Yo en ese entonces ya no tenía piano en casa; él consiguió un piano usado (¿Sedonte?), un “upright”, chiquito, y me lo trajo a casa. Yo me dije: “quiero estudiar, y hacer esto”, y por eso él pidió la beca. El gobierno de aquél tiempo –y yo creo que todos han sido iguales en esto- decía que no, porque no era para algo importante. Si hubiera sido para estudiar medicina, abogacía, quién sabe. Yo, cuando no pude, el maestro empezó a sugerirme que estudiara música, porque en la ópera todos los muchachos nos aprendíamos todo de memoria. Yo tocaba piano, y todo lo que tocaba era de memoria. El maestro nos daba nociones, apuntes en el libreto, pero no sabíamos música.

Cuando eventualmente fui a Juilliard, y fui a una maestra de canto, que no era la principal que yo quería, porque la que más reclamaban los estudiantes y ya la había pedido todo el mundo, ella, cuando me oyó cantar en las audiciones, y al cantarle el primer aria en la audición, lo primero que me dice es: “You’ve been gettng away with murder!” (ríe) Es decir, que lo hacía “bien,” o que parecía que lo estaba haciendo bien, pero realmente lo estaba haciendo mal. Cuando empecé a cantar con ella, honestamente, ella nunca me enseñó… mientras me enseñaba las cosas, me decía: “haz esto”. Yo lo hacía, y le preguntaba qué fue lo que hice, y ella me decía: “no, no, no, no te preocupes, que eso vendrá después”, “It’s good enough”. Es el tipo de maestra que quiere que uno estudie por diez años, y yo lo sabía.

Juilliard es fuerte para entrar, y fuerte para estudiar. La matrícula, cuando yo estaba allí, era de $300 al semestre… hoy día son $30,000. Todo me salió como lo mandó el Señor. Yo tenía una hermana que vivía en el Bronx, en New York. Si hubiera tenido una hermana que viviera en Philadelphia, yo hubiera ido a estudiar en Philadelphia, me imagino. Me tocó Juilliard. Me daba gracia cuando, más tarde, voy a vivir a una casa donde habíamos tres estudiantes de Juilliard: una violinista, una cellista, y yo. Yo tenía un cuartito con un piano, porque yo cantaba al piano, y el piano era para acompañar la voz. Yo siempre pensé que tenía una voz finita, alta. Una de ellas, amiga mía, me decía: “yo lo que quiero cantar es Wagner”, que era un repertorio que necesitaba una voz más fuerte, el más fuerte que hay. Cada vez que yo la oía cantar, porque ella tocaba cantando, era con su vocecita… ¡más chiquita que la mía! (canta algo de Wagner) que no tenía la fuerza que se necesitaba para cantar algo de Wagner. Yo misma, yo hablaba con el Señor, y le pedía: “Dios mío, yo no quiero hacer algo que no deba… si la voz mia es una flauta, yo no quiero sonar alguna vez como una trompeta”. Así que me cuidé siempre de quedarme haciendo un repertorio específico. Cuando yo oía a esta nena pidiendo cantar Wagner, yo me decía: “lo único que yo puedo cantar de Wagner sería cantar como pajarito…” (ríe)

Una debe, aparte de tener disciplina, conocer lo que puede hacer, y lo que debe hacer. Yo nunca podría ser una “Broadway star”, de las que cantaban con trajes lujosos, ni nada de eso. Esa no soy yo. Yo soy una niña, y me quedé niña, porque los papeles principales que hice siempre fueron de niña. La Gilda de “Rigoletto” es una niña crecidita ya, de 14 años, igual que la Virgen María. Con Gilda yo tuve muchas cosas bonitas. En realidad, el Caro Nome es una cosa bella, y me salía muy bien. Yo aprendí a usar el diafragma, y tengo notas bien largas. Cuando yo terminaba la nota larga, me aplaudían, que era de esperarse. Pero me acuerdo que, una vez, que la nota me salió tan larga, y tan finita, que se quedó en el silencio… y no hubo aplausos al final. El público estaba conmigo, no creas, solo que en esta ocasión en particular, la única vez en que me pasó, me siguieron la voz, y yo lo hice tan suavecito… Luego la parte se repite un poquito, y yo canto un agudo alto, entonces aplauden un montón, porque es tiempo de aplaudir. La ópera es muy interesante, porque ahí viene a colación la claque. Hay óperas, desde el repertorio verídico, un poquito más dramático, donde terminas de cantar, y nadie sabe que se ha terminado. Entonces necesitan alguien que haga así, de momento (aplaude una sola vez), para que todos sepan que ya ha terminado… Yo, en este caso en particular, termino, y sigo, y ya. Pero también me pasó al revés. Un director –y no voy a decir los nombres (ríe) – que quería que cuando yo terminara el Caro Nome, con la nota larga, que nadie aplauda, la orquesta siguiera –o él esperaba que nadie aplaudiera. En el ensayo yo le dije que era usual que la gente aplaudiera allí, pero él no tenía la idea, o no creía que se debía aplaudir. Yo estoy en el New York City Opera (ríe), termino de hacer el Caro Nome, estoy terminando la nota larga, canto con los ojos cerrados –ésa es mi defensa (ríe)- termino, con los ojos cerrados, y la gente empieza a aplaudir. Entonces oigo que la orquesta empieza a sonar (imita un compás de “vamping”), como para que yo siga cantando. Y yo no canté. Yo se lo había dicho, yo no hago eso nunca, y si ellos aplauden, aplauden. La cuestión es que después yo siento, y oigo un pase de batón o de algo, y oigo que la gente aplaude mucho más (ríe nerviosa) ¿Sabes lo que había sucedido? Que el maestro se vira al público y les hace seña para que dejen de aplaudir… y la gente aplaudía más todavía… a todo esto, yo con los ojos cerrados… (ríe)

El público tiene que hacer lo que él quiere, lo que el público desea. Si desea aplaudir, “fine,” yo estoy bien con eso. Hay algunos, como cuando yo canté en la Arena de Verona, en Italia, donde yo canté, y se trata de un sitio donde no hay micrófono. Hicimos cuatro funciones. En una de ellas, el tenor se enceló mucho de mí. En una sesión anterior, él hizo una nota que no le gustó mucho a la gente, y se oyó un pitito –porque la gente en Italia no te abuchea, te pita. En ésta sesión, cuando terminamos de hacer un dueto (canta las partes alternadas) “Addio!… addio! … addio!” Y se supone que él se vaya… y terminamos en un agudo muy alto (imita la nota final de la orquesta) Terminamos, la gente empieza a aplaudir, él me toma de la mano, y vamos hacia el frente del escenario para saludar al público, que no se debe hacer… pero él lo hizo a propósito: “Ustedes quieren oírla a ella, ¡pues ahí la tienen! Y se fue corriendo y me dejó plantada…(todos reimos) , él salió, hizo su “exit”. Y luego yo tengo que estar allí (pone cara de contenta) “¡Ay, qué lindo me cantó! ¡Ah, el Caro Nome!” y yo teniendo que cantar con él luego de lo que me hizo… Y éste era un tenor famoso, de gran renombre, que le molestaba que esta muchachita de afuera y había tenido éxito allí… y me pasó mucho, con barítonos, con tenores, con todo tipo. Pero yo, siempre, yo hago lo que tengo que hacer, y se acabó. (Rie) Uno siempre tiene que estar bien. Yo todo lo hago de forma positiva. Todo es positivo en mí. No hay negativo para nada.

Hoy día yo veo cosas que están mal hechas. Por ejemplo, yo vi a una muchachita, que cantó muy bonito, y alguien enfrente mío le dijo: “Now you’re a superstar!” (con voz sorprendida) ¡No! ¿Cómo puede ser? ¿La primera vez que una canta? Estará bien, y una sonará bien, pero de eso a ser una “superstar”, uno se gana el “superstardom”, ¿te fijas? Eso me molesta mucho, que quieran hacer más de lo que se puede.

(En este momento se le recuerda a la Sra. Rivera sobre el fenómeno de “Operación Triunfo” en España, y el caso particular del triunfo y posterior salida prematura del ambiente artístico de Rosa López, la ganadora del primer ciclo de competencias)

Ay, bendito, el caso que me cuentas de Rosa, ay, Señor… Yo comprendo lo que le pasó, eso pasa. Yo creo que el éxito sí puede llegarle demasiado rápido a alguien. Yo he visto casos de muchas personas.

Yo canté en el Hollywood Bowl, en Hollywood. Yo estuve con una compañía de ópera que viajó por todo Estados Unidos: en San Diego, Los Ángeles, San Francisco… la costa Oeste hasta arriba. Me acuerdo de que cantamos un sábado por la noche, luego de haber cantado durante la semana, y para la próxima función alguien me dijo: “I hope you don’t mind if you don’t sing”. Otra persona cantó por mí esa noche. Todo Hollywood estaba pendiente a ver si uno cantaba, pero nunca me dijeron que estaban pendiente de quién y qué cosa era. Yo canté en Hollywood, y me llevaron a hablar con alguien de MGM Studios, para las películas musicales. Querían, de tanto éxito que yo había tenido, que yo me quedara en Hollywood por dos años, donde me iban a depurar, y a hacerme cosas. Yo sería lo que hizo Katherine Grayson, que salía en las películas de Joe Pasternak. Pero para entonces yo estaba casada. Ya yo me había casado para el tiempo de Juilliard. Estudiando, ya estaba casada. Con el muchacho que me mandó a estudiar, que lo hizo todo para mí. Entonces estábamos pendientes de una presentación que yo tenía que hacer en Cuba. Teníamos que ir desde Vancouver hasta California, en carro, y lo hicimos en cuatro días, un viaje fuerte. En Amarillo, Texas, tuvimos que bajarnos del carro, y en cuatro horas que se tardó en arreglarse, fue cuando pudimos dormir. Llegamos a Cuba solamente con un día de atraso; me perdí un ensayo, pero pude hacer los demás. Iba a hacer la Gilda de Rigoletto, la Mussetta de “La Bohéme”, que yo nunca hago a menos que haga otra grande, y por un lado me tocó hacer una Mussetta, algo que no me gustó hacer… con alguien que me hizo una bien grande, Ferruccio Tagliavini, eso fue algo feo… pero no voy a comentar sobre eso. Yo substituí a alguien, e hice el rol con él pensando que él era el Pavarotti de su día, pero luego de eso ni me habló más, ni lo ví mas… luego que me sacrifiqué mi ópera por dársela a una hermanita de él (sonrie)

Lo del Metropolitan (diciembre de 1951) surgió de una necesidad que tenían ellos de mí, porque yo estuve seis años detrás de cantar en el Metropolitan. Audicionando para el Metropolitan, todos los años. ¡Dios mío! Que si “queremos que usted venga” y luego “ya tenemos a alguien”, y que yo no salía. Yo cantaba con todos los artistas que salían en el Metropolitan afuera, en San Francisco, en Chicago, en Philadelphia, etcétera… y nada sucedía. Llegó el día en que Lilly Pons, que era mi favorita, mi ídolo, había firmado para hacer siete óperas, haciendo la Lucía de “Lucía di Lamermoor”, y solamente quería hacer cinco. Quedaban dos, dos óperas ya hechas, que necesitaban a una veterana que supiera hacerlo enseguida. Mi especialidad era la Lucía. En Italia tuve un éxito tremendo con ella, y la transmitieron por toda Europa (a través de la RAI), etcétera.

Entonces, me invitaron, yo audicioné, y canté con el director y con algunos de los principales, sin el coro. El coro nunca me vió. Cuando hicimos la ópera, yo debía hacer una escena donde Lucía se vuelve loca. En la escena de la locura yo no sé ni lo que hago, pero entonces me persigue un fantasma y yo me caigo, me tiro al piso, porque me está persiguiendo. Entonces me levanto, y digo lo más contenta: “¡aquí estamos, lo más bien!” (rie) y yo hacía esa parte muy bien. La cuestión es que esa noche de debut todo me salió perfecto, perfectamente bien. El New York Times me hizo un “review” perfecto, “un éxito”, y que se yó más.

Entonces me toca hacer la segunda función. En ella yo tuve un accidente. No fue culpa mía, fue de ellos… yo no lo sabía. Me caigo en la escena de la locura, y me vine a acordar después -no esa noche- que en el sitio donde yo caigo habían puesto una alfombrita. Para que yo no me diera golpes o lo que fuera, pero… esa alfombrita tenía un montón de polvo… y cuando yo me he caído, me ha caído todo ese polvo encima. Yo no me di cuenta. Yo empiezo a cantar la escena de la locura, sigo cantando, y canto (canta una nota simulando ahogo) y la parte de abajo no sale… (ríe). Nada. Las notas bajas no me salían.

Terminé, forzando la parte de arriba, y terminé la escena completa sin saber qué había pasado. No me supe defender para nada. Yo terminé llorando, y (simula que le preguntan) “¿y qué pasó?” Y yo: “Nada”. Esa fue mi segunda función. Y esa fue la que vió Mr. Dean y todos los demás, porque el primer día no la vieron. Y esas son cositas que me han pasado, que a lo mejor hicieron la diferencia entre lo que pudo ser y lo que no fue… pero yo siempre estoy bien, siempre he sido la misma. Me vine a dar cuenta de eso a los dos años, estando con mi sobrino en el circo, y viene todo ese polvo encima de mí, y entonces me pasó lo mismo. Dos años después. Eso no lo ha oído nadie, y lo oyes tú ahora (ríe)

Luis Diaz

(entrevista hecha en 11-julio-2003)

Soy Luis Ángel Díaz. Yo rapeo, y soy poeta. También soy maestro de escuela superior.

En realidad llegué a rapear por accidente, creo. Fueron amigos míos los que me invitaron a formar un grupo. Había un amigo mío, llamado Tito. Él hace ritmos musicales, hace “beats,” produce… y entonces me dijo “bueno, pues vamos a hacer un grupo.” Y yo empecé a escribir. Yo escribía mis cositas, mis poemas, en realidad ingenuos, porque yo no leía mucho. En realidad la costumbre la tomé más tarde, porque no necesariamente la cultivé en la escuela. Fue luego de graduarme de escuela superior que me doy cuenta, de quizá las cosas que no aproveché, de la clase de español, o de literatura y cosas… las novelas a lo mejor no las cogía muy en serio o no entendía la importancia que tenían culturalmente. El acercamiento que tengo con a la poesía es posterior, después de que estoy en la universidad.

Mi acercamiento al arte se da principalmente por la relación que tengo con el rap, con mis amistades, que en realidad… la cultura del hip-hop es bastante complicada. Somos un producto de cuatro formas artísticas distintas: el breakdancing, el DJ, el graffiti y el MC, que es lo que yo soy. En realidad, en esos tiempos, cuando empezamos a bregar con la música, quizá era una sorpresa: “mira, Luis está rapeando ahora, tú sabes”. Pero al día siguiente a lo mejor un amigo venía y decía “estoy graffiteando”. Y era normal que tú establecieras puentes entre una cosa y otra. Yo intenté graffitear en algún momento, pero también fue porque yo estudié en la Central High y me gustaba dibujar, y me gustaba mucho el arte de esa forma. Intenté grafittear, pero no era muy bueno grafitteando, así que… después fue que me di cuenta que podía rapear, pero por accidente, quizá.

Yo soy maestro de historia. Esa materia fue la que estudié. Me di cuenta que me gustaba después. La clase me gustaba en la escuela, como me gustaba la de ciencia. La de español no me gustaba, la de inglés tampoco. Me gustaba la historia, las ciencias… pero la que más me gustaba era la de arte. Nos daban una hora, poco más, hasta dos horas, era como jugar trabajando. Me la disfrutaba, me la gozaba completa. Yo pude haber pintado; toda mi familia pensaba que lo que yo podía hacer era eso pero… luego me fui de la escuela… de hecho, me botaron de la Central (ríe), y entonces estudié en Carolina, en la Dr. José M. Lázaro, la Kodak, y de ahí me gradué.

Los intereses quizá cambiaron. Estaba buscando, no sabía por qué decidirme cuando entré a universidad. Terminé la escuela temprano, en 11mo, porque cogí clases de noche. Al salir de la Central tenía muchos créditos en 10mo., al entrar a la Kodak solo me quedaban tres créditos para graduarme. Cogí dos clases de noche, y una en verano, y me gradué.

Terminé bien rápido. Me puse a buscar qué hacer para vivir, buscar trabajos para vivir, lo que a lo mejor me doy cuenta que fue un error, aunque no me arrepiento, porque aprendí mucho de historia, y me llena mucho lo que estoy haciendo. Me gusta el arte, me gusta la historia igualmente, pero si yo hubiera sabido que aquí había una escuela de artes plásticas, y yo no lo sabía, si hubiera sabido que se podía hacer eso, el trabajo de artista, y que a lo mejor se podía vivir de eso, tal vez, con el tiempo, de tener más facilidades para que los estudiantes de arte o personas que tuvieran algún talento en escuela superior siguieran al llegar a universidad sus estudios de arte, sería mejor, si se orientaran mejor…

No sé, a lo mejor yo mismo, mi edad, la inmadurez, a lo mejor yo no sé si debo echarle la culpa al sistema público de educación, porque a fin de cuenta terminé mi bachillerato, y seguí estudiando, y tenía quizá otros elementos disponibles, y yo también escogí, pero si yo hubiera sabido que existía una escuela de artes plásticas, a lo mejor no hubiera hecho mi bachillerato donde lo dice, a lo mejor lo hubiera completado allá.

Yo no recuerdo ninguna materia que yo particularmente detestara. Todo dependía del maestro, todo dependía de su dominio del material. Todo depende de cómo tú abordas el material con respecto al público con el que tú estas trabajando. Yo entiendo que al nivel que yo estoy trabajando como maestro, debo tener en cuenta que se trata de niños de 14, 15 años, muchachos y muchachas ya. No es el mismo nivel de escuela superior de 17, 18 años. Las edades varían bastante de un grado al otro. Tengo que saber a quién le estoy hablando, ver qué lenguaje usar, qué recursos utilizar, hablar como que la historia no tiene que ser algo complicado, aburrido o pesado, ni que la lectura tampoco tiene que ser pesada, sino que tiene que haber disponibilidad de lo que es lo bueno, lo que necesita el muchacho, y cómo el muchacho puede aprovechar esas herramientas, que están allí… lo que uno tiene que ser es ser un buen facilitador.

Yo tengo un ejemplo en mi mamá, Isabel Feliciano. Mi mamá es una mujer que no le debe nada a nadie, y ella se hizo solita. Se crió sin sus padres, y ella es mi ejemplo. Ella viene de un barrio bien pobre en Santurce. Ella hizo su bachillerato en tres años, teniéndome a mí. Se casó bien joven. Hizo su maestría en trabajo social, luego su maestría en psicología, su doctorado en psicología, y hoy día es profesora de la Universidad de Puerto Rico. Eso para mí es el ejemplo más grande. Mi vieja trabajó 18 años en Corrección, trabajando en el Oso Blanco. Yo veo a mi mamá, y yo no me veía a mí sin terminar de estudiar ni siquiera un bachillerato, porque me iba a abochornar…

En verdad, en esas edades, a ese nivel, y en las comunidades en las que nosotros crecemos, hay mucha violencia. Yo no dejé de pasar por eso. No estuve metido en el narcotráfico, ni cosa como esa, porque esas son palabras mayores, pero hoy día un muchacho tranquilo, el más que menos, tiene contacto con la violencia de alguna forma en la escuela. Me acuerdo en la escuela que habían “bonchecitos” de uno y otro sitio, o escuelas que iban a otras escuelas a dar pelas, y habían riñas entre una escuela y otra, y venían de otras escuelas a buscarte para pelear… hay que tener cuidado con eso, porque sé de gente que terminó muerta. Lo que más lástima me da, lo que he observado que está pasando con la música del rap en todas sus manifestaciones, y aunque yo no hago reggaetón, pero el rap tiene sus desviaciones, me da lástima el que se glorifique la violencia, la violencia defensivamente, si te vienen a agredir, no te vas a quedar “dado,”

Pero hay otras cosas más, fuera de la calle. La lectura, por ejemplo, a mí me ayudó mucho. La escritura me ha ayudado bastante a decir cosas que yo no sabía que era capaz de decir. Las cosas que veo y siento que están mal, las digo, trato de buscarles solución, les busco explicación. Hago lo mejor que puedo, al tratar de rapear; sé que tengo una responsabilidad, y no lo quiero decir con un sentido mesiánico ni profético, porque sería ridículo de mi parte, pero lo digo humildemente: si yo he tenido unas herramientas, por lo que haya sido, de estudio, pues el conocimiento no es mío. Yo tuve acceso al conocimiento de alguna forma, y no me olvido de la gente con la que yo crecí. Debo hacer que el conocimiento que me llegó y no fuera mio tuviera mayor difusión. En eso estoy tratando de ayudar.

No fui una estadística, no terminé en una cuneta, con un tiro pegado en la cabeza, básicamente porque estudié. Estudié en la universidad, hice mi bachillerato en cuatro años. Sé que al principio yo no hacía nada, y yo no sabía lo que estaba haciendo cuando llegué. Casi no entraba a la universidad. Pero me fui dando cuenta, y ya en tercer año estudié mucho, tomé muchos créditos en tercer y cuarto año, tomé mis veranos siempre. No dejé de “janguear” por la noche, yo jangueaba y andaba con mi gente, y en la Universidad había gente que rapeaba. De hecho, quien tiene el grupo conmigo, mi amigo Tito, que te mencioné, a quien le dicen Yallzee, estaba en la universidad.

O sea, a lo mejor uno aprende muchas cosas en la calle, pero la Universidad enseña a uno a estudiar, a aprender, a aprender a usar dónde están los recursos que uno necesita para entender ciertas cosas. Pero también la Universidad, el diploma, es bien necesario. Estar desempleado a los 25 años no es nada de fácil sin un bachillerato. Si uno tiene un hijo –y yo no los tengo, eso es otra cosa… hay que saber decidir, escoger el momento apropiado para tener un hijo, o tener un matrimonio, o una pareja… ser responsable con esas cosas. Tal vez el acercamiento que se tiene con la droga, uno debe ser bastante cuidadoso. Todo exceso está mal, sea lo que sea que tú haces.

Estudiar no va a necesariamente va a cambiar el mundo, pero quizá sí... Yo creo, que las cosas que yo conozco las conozco porque he tenido acceso a la universidad. Eso no necesariamente te va a hacer rico, pero a lo mejor eso no es lo importante… sí te va a hacer un mejor ser humano. No necesaria mente más rico, porque eso depende de muchas cosas.

(Sobre la historia de Puerto Rico, y la enseñanza de la historia)

(pausa larga) Yo creo que es muy importante que todo ser humano en las edades a las que yo enseño historia se sepa definir. La definición de un ser humano es muy complicada, porque uno puede ser tan diverso como uno desee ser, o las circunstancias con las que uno se ha topado. Nuestra identidad, por ejemplo, quién podemos ser nosotros -que somos de este espacio- tiene mucho que tiene que ver con las migraciones que se dieron del continente europeo para acá, de las del continente africano, encadenado, esclavo, el contacto que se dio con América… en ese contexto es que yo me muevo. Si estoy dando historia del mundo, yo hablo de la época clásica, Grecia y Roma, y hablo de las aportaciones que nosotros recibimos de ellos… hablamos español gracias a que los romanos hablaban latín y lo llevaron a España. De África no se habla por ahí a regularmente, así que les hablo de los imperios ancestrales, de Etiopía, Axum, Kush, Nubia, la Gran Zimbabue, de Ghana, de Mali, y luego hablo de la esclavitud… que cómo los negros no siempre han sido pobres, sometidos, hambrientos, sino que vienen acá por una circunstancia histórica. Con eso espero que tengan una conciencia más clara de lo que es uno, y que se sientan orgullosos de lo que es uno.

De mí los estudiantes no oyen lo mismo que oyen todo el tiempo. Es como si les estuvieras hablando de algo que es nuevo –que no lo es, sino que es algo que sencillamente no se habla. Lo asumen como algo que es nuevo, que están aprendiendo por primera vez, y rompemos con la monotonía, de que es lo mismo de todos los años, que la cultura es toda de los europeos, y que vinieron a evangelizarnos y a hacernos pensar, porque nosotros éramos solamente unos indios en taparrabo…

(Sobre si su estilo de rap ha logrado alguna transformación de conciencia en la mente de alguien)

Sí (ríe nerviosamente), y es raro, porque sí ha pasado… un compañero acá en la Universisdad, Emérito, un señor mayor que falleció hace poco, me decía: “Oye, tú me has cambiado la forma de ver a los raperos, porque de verdad las cosas que tú dices son las cosas que hacen falta para que los muchachos de ahora no se vayan a descarriar, y que no se piense que todo el rap es ofensivo y violento…” Muchachos jóvenes de la universidad también me lo han comentado… Satisface mucho que mediante el trabajo que tú haces ocurra un cambio…

(Sobre el fenómeno de Tego Calderón)

Bueno, a Tego hay que aplaudirle el hecho que la primera persona dentro del género que ha tomado como un tema central de su contenido la raíz negra puertorriqueña. Y eso es algo que se debió haber hecho hace años… es como si hubiera descubierto la rueda. El “reggaetón,” por ejemplo, tiene una conexión tan directa con lo que es la negritud, y pareciera obvio, pero no se había hecho ese puente hasta este momento. En ese sentido Tego ha sido un innovador.

Se entiende por la gente que lo que Tego hace es rap, que hay una diferencia entre lo que él hace y lo que hacen sus colegas del reggaetón, y a lo mejor eso trae una apertura hacia lo que yo hago, que no es eso, porque no va con mi personalidad, la cuestión del baile, yo soy más tranquilo. No tengo problemas con eso, pero ten en cuenta que los acercamientos que le hacen las disqueras a uno son los que limitan a uno. Tego puede abrir un puente bastante ancho para que nosotros sigamos detrás, pero si nosotros no estamos bien respaldados por una disquera o por gente que ya estén bien establecidos en el ambiente, es muy difícil. No podemos tener acceso a hacer video; los videos son carísimos, mantenerlos tocándose todo el tiempo en pautas, varias veces al día, por meses, es carísimo. Hay que tener buen billete para que el video esté meses, semanas corriendo. Para que uno salga en radio es un problema, no sé si por el sonido que usamos o por las letras, pero los representantes de corporaciones, o incluso productores bien intencionados, se te acercan y te dicen que: “esto no va a vender porque estás diciendo muchas cosas” o “esto no se va a vender porque la gente quiere oír cosas más sencillas”, o “tienes que hacer algo bailable, tienes que buscarte un productor musical distinto”, cuando yo entiendo que yo tengo el mejor capacitado para hacerlo… En realidad tratan de transformar el producto que uno tiene.

Yo trato de hacer algo distinto de lo que hace todo el mundo, todos tenemos nuestra propia fórmula. Tego hace su trabajo independientemente y no se parece a nadie. Otros harán lo mismo. Yo soy un individuo aparte. Lo que pretenden hacer los medios y las corporaciones es homogeneizar, y la diversidad desaparece. No hay ningún producto disponible para que el muchacho pueda escoger. Ya ellos tienen una idea que tal producto es bueno porque sale esta gente, que siguen cierta fórmula. Si se sale de la fórmula es un riesgo muy grande para que las disqueras se lo copian. Cuando eso pasa las disqueras dicen: “este tipo no va a vender 25,000 copias, así que, lamentablemente, no vamos a hacer nada con él.”

No sé si lo que yo haga va a tener tanta rentabilidad como el producto de Tego. Yo deseo lo mejor, que se lo goce, porque ha tenido buena acogida, pero yo no sé si yo tendré una acogida masiva de esa forma.

Yo estoy grabando un disco ahora. He estado invitado en grabaciones antes, pero este es mi primer disco. Mi trabajo es todo underground, independiente, subterráneo. Llevo diez años haciéndolo. Ha sido bastante difícil, pero tengo la satisfacción de tener mucho material escrito, producido y grabado, sin tener una disquera detrás de mí. Yo no escribo para tener un disco. No llego a un estudio sin saber lo que voy a hacer y me pongo a escribir allí. Llevo meses trabajándolo. Me ha ayudado a escribir, por satisfacción. Creo que mi trabajo me ha convertido en un poeta, que es algo que me satisface. Siento que la poesía es parte de mi vida. La relación que hay entre lo que yo leo, las personas a quienes leo, su vida, y lo que yo hago con la mía, a mí me llena mucho, porque son modelos de acción a los que puedo apelar en cierto momento. El acto creativo es un acto liberador. Eso es lo más importante: poder decir lo que pienso sin tener que pensar en las consecuencias.

Yo le recomiendo a mis estudiantes como personas: el matrimonio debe aplazarse bastante. Los muchachos se gradúan y se creen que ya deben casarse. Uno debe darse tiempo a sí mismo. El foco es uno. Uno no necesariamente está hecho para hacer una familia y reproducirse. Aunque sea una función del ser humano, el ser humano no es solamente un animal. Uno razona. El ser humano debe buscar sus motivaciones.

El narcotráfico es bien peligroso. Yo ni entraría ahí. No juzgo a nadie que lo haga por unas condiciones de vida, pero no se lo aconsejaría a nadie. Pueden terminar preso, pueden morir, afectan su comunidad.

La drogadicción: uno debe tener cuidado con lo que uno usa y cómo lo usa. Todo en exceso es malísimo. Toda obsesión que uno tenga, que uno no pueda controlar, es malísima. Uno no puede depender de curarse hasta para uno poder respirar, todo lo contrario. Eso no debe ser un modo de vida, y en este país hay muchos drogadictos. A amigos míos que no son puertorriqueños les está raro: les está raro que en este país hayan tecatos: “es raro en mi país usar heroína, porque en mi país no hay dinero para comprar eso. Allá sí hay drogadicción pero es de los niños que huelen pega, que andan por ahí” Quizá eso significa que aquí tal vez haya más acceso a unos medios económicos –con lo que yo no necesariamente estoy de acuerdo, pero esa es la premisa. Es más fácil por eso que aquí una persona que no trabaje gaste cientos de dólares al día en droga, pidiendo dinero o robando. Eso no creo que sea bueno.

Sobre todo, estudiar. Estudiar, sin dejar de ser uno, sin dejar de ser joven. Uno tiene que disfrutar la juventud, y tiene derecho a ser joven. Mientras uno es joven, y entiende que puede morirse en cualquier momento, uno debe hacer eso. Sin embargo, uno debe ir acumulando, poquito a poco, las cosas que a uno lo van a ayudar en un futuro a sobrellevar los retos que vienen. Uno no sabe cuáles son los retos que vienen. Yo sí entiendo que un diploma puede ayudar. El conocimiento puede ayudar a uno ser un ser humano más diverso, más grande, a tú poder juzgar situaciones que la gente a lo mejor no ve. A gente que no le han dicho ciertas cosas a lo mejor tienen la capacidad, pero no han despertado unas curiosidades que son esenciales en el ser humano. La necesidad del disfrute de ciertas cosas.

En este momento, en el siglo XXI, mi generación tiene una crisis intelectual, por la que la generación de nuestros padres no pasó. Esa generación de la guerra de Vietnam tuvo acceso a unas ideas que nosotros no tenemos, por la razón que sea. Nuestro nivel cultural quizá no es tan alto como en otros países. Por ejemplo, en otros países el cine se respeta como medio cultural… digo cine por decir cine, por mencionar un ejemplo. Aquí debería ser mejor. Por hablar de que mi generación a lo mejor tiene que irse del país para luego regresar para luego encontrar que la cosa está igual o peor. Aquí hay gente que me pregunta por qué yo no me he ido a España, por ejemplo, que tiene una escena de rap bien fuerte, grande, europea… ellos se mueven a París, y tienen su audiencia, a Bruselas, a Ámsterdam, a Alemania y allí tienen su publico. En Cuba hay una escena grandísima. Lo que pasa en que en Puerto Rico la escena tiene muchas particularidades, con una cadencia propia, un rap muy puertorriqueño. Nosotros mismos no nos hemos dado cuenta de lo que somos capaces de producir. El reggaetón lleva mucho tiempo dando vueltas. En Centroamérica, Venezuela, República Dominicana, Florida… y New York no es la excepción. En el Desfile Puertorriqueño Tego tuvo una acogida muy grande.

Yo creo que la aceptación de lo que es el rap de Puerto Rico, el reggaetón, tiene que ver con que ya nuestra generación ha generalizado bastante la influencia que tiene el hip-hop en todo. Hasta Britney Spears tiene una base, que tienen que ver algo, o quiere parecerse algo a lo que es eso.

Lo que pasa es que todo lo que recibe una influencia comercial que esté asociado con hip hop termina siendo malo, se daña. Por ejemplo, los museos contemporáneos que tratan de presentar la influencia cultural del graffitti ponen piezas en canvas, pero la esencia del graffiti está en la calle… la idea es treparte a un sitio bien alto, bien inaccesible, y que la gente se pregunte “cómo diantres se pregunte cómo este tipo se pudo haber metido allá arriba, quizá metiéndose por un sitio donde hay electricidad y hacer eso rápido sin que la Policía se dé cuenta y lo pueda aguantar.”

Mi mensaje a la hora de rapear, es de cambio. Las cosas que veo no me gustan todavía. Se dice que el futuro se veía antes más cerca que ahora, y creo que es cierto, porque ahora el futuro se ve bien, bien lejos ahora. Dicen que toda la historia que se puede escribir ya se ha escrito, y ya llegó a su fin, que no habrá desarrollo y cambio mayor. Yo me atrevo a apostar otra cosa. Yo tengo mis ideas, mis ideas son producto de lo que yo he aprendido a asimilar en mi país. A la condición en que mi país ha tenido que vivir, incluso durante miles de años, antes de las migraciones de los africanos y los europeos… Todo eso yo lo asimilo. Creo que hay una agenda atrasada que nosotros tenemos que ir sintonizando, que creo que hay unas sensibilidades en Puerto Rico, que si al rap en Puerto Rico se le va a aceptar finalmente en Puerto Rico, el rap no puede ser un platillo volador que llegó de New York con una formula predeterminada. Nosotros tenemos algo que ya llegó de allá, que echó raíces, que tiene un lenguaje distinto, una circunstancia social distinta. No tenemos que andar con capuchas ni jackets, porque esto no es New York. Las cosas que hablamos tienen la particularidad que vienen de un sector social marginado, pero en otro contexto. Las necesidades que tenemos los puertorriqueños son distintas a las que tienen los americanos, o los afro-americanos, o los judío-americanos, o los españoles que hacen esto, o los cubanos que están en Cuba diciendo sus cosas.

Mi mensaje es de cambio, de libertad… pienso, no como algo positivo, porque eso es relativo, y allá que lo tome la gente como lo tome, pero lo hago con la mejor intención del mundo, que para mañana las cosas no tengan que ser tan pesadas, que uno tenga que vivir para trabajar. Que el trabajo, que es algo tan esencial en la sociedad humana, sea más humano. Que el producto de lo que nosotros creamos sea accesible, y que todo el mundo tenga acceso a lo que existe, sin importar cómo es uno, o como nació uno o de dónde salió, porque todos los productos de la Tierra son de toda la especie, y no creo que tengan que ser de nadie. Si todo ser humano tuviera acceso igual a todo, quizá no habría un porcentaje, por ejemplo, de gente de raza negra en las cárceles. La pena de muerte: cuántos negros en Estados Unidos están esperando por una pena de muerte en relación a blancos… hay una discriminación que no tiene que existir, y yo no tengo por qué quedarme callado ante eso… Por más que me hayan dicho en la Universidad que ya toda la historia ha llegado a su fin, yo no entiendo eso, porque hay unos anhelos que la gente tiene todavía. Ese es mi mensaje.

(Luis rapea a continuación)

La sangre que se exprime en ese elíxir del Baco
que sacia los caprichos de los que están observando,
éstos son los indicios de una sociedad en crisis
Fiel reproducción de sátira de Fellini
O mediocre película de tiempos de Nerón
O la era de Calígula entre luces de neón

Aunque sean peligrosos los gajes de mi oficio
Le amo con locura y patológico cariño
Con sus días de lluvia y sus noches de sol
Que me colman de alegría, y a la vez desilusión
Será una contradicción, pero así es mi vocación
Mi labor es mi adicción esa es mi loca pasión

Es mi vida, la que los idiotas desestiman
Diciendo que soy caco, pues vengo de Carolina
Llámenle como quieran, póngales miles de estigmas
Si no fuera por ella qué sería de mi poesía
Y si el Norte fuera el Sur reinarían fobias elitistas,
mi nombre sería Arjona y este rap no existiría

Es mi vida, así es mi vida

Fluir rima tras rima a través de mi poesía
que mi alma purifica, es mi agua bendita,
alojada en recipientes de aleaciones repulsivas.
Peligrosa y adictiva, esa es mi vida

Fluir rima tras rima a través de mi poesía
que mi alma purifica, es mi agua bendita,
alojada en recipientes de aleaciones repulsivas
Mi feniletinamina, esa es mi vida…

Elizam Escobar

(entrevista hecha en 18-julio-2003)

Bueno, yo estudié, claro, en las escuelas públicas, desde la escuela elemental hasta la Universidad de Puerto Rico, y estuve, creo que dos años, en la Universidad Católica de Bayamón… pero básicamente la experiencia mía en términos de (mi instrucción primaria) fue en las escuelas públicas del país y… bueno, yo no recuerdo todos los nombres, pero en Ponce yo estuve en distintas escuelas elementales, en la Alexis Graham, en la Barbosa, en una escuela en Villa Grillasca… luego en Bayamón en la Luis Muñoz Rivera y en la escuela Cervantes, de Lomas Verdes. Esa ha sido la travesía, a través de... esa ha sido mi experiencia.

No creo que haya forma de comparar, porque si hubiera estado en otros sistemas de educación pública, entonces podría hacer la comparación. Yo di clase en las escuelas públicas de la ciudad de New York en la época del Setenta… yo diría que el sistema de educación en Puerto Rico ha pasado por muchas etapas, pero básicamente tiene el currículo que está hecho a la medida, o refleja al menos, cierta interpretación de nuestra historia, de nuestra cultura… y creo que en ese sentido tiene unas desventajas, como todo sistema educativo en una estructura colonial… en el caso del idioma español, por ejemplo, es difícil poder desarrollarlo a plenitud por el problema político, que se refleja en todo. Pero creo que comparado a, digamos, las escuelas privadas, la escuela pública es el sitio donde yo enviaría a mis hijos. Es el sitio a donde va la mayor parte de los puertorriqueños, es el sitio real donde se pueden vivir las contradicciones de nuestra sociedad -y se puede aprender de eso hasta cierto punto- y también, entendiendo otra cosa que es bien importante, y es que en la composición de los maestros, que son los que eventualmente determinan qué es lo que se enseña, ha habido un cambio cualitativo en la formación de los maestros de las escuelas públicas. Ha habido un énfasis en tratar de desarrollar el conocimiento de nuestra cultura, de nuestra historia. Claro, yo no estoy familiarizado con el currículo contemporáneo, actual, no sabría evaluar…

Por ejemplo, el curso de Historia de Puerto Rico, que anteriormente era un semestre, cuando yo lo cogí en la escuela superior, no era suficiente, para uno poder entender y saber de qué se trata todo esto, quiénes somos nosotros… pero sí entiendo que en la Universidad de Puerto Rico el curso dura un año… y yo pensaría que es necesario hacer un énfasis mayor en las áreas que tienen que ver con nuestra historia y nuestra cultura. Uno, claro, no podría ser demasiado optimista, porque las estructuras están agobiadas por el problema del status político, que lo permea todo, y hasta que eso no se resuelva, yo creo que ninguna de las estructuras, excepto las que tienen que ver con la cultura en Puerto Rico, que se han destacado en defender la puertorriqueñidad, y defender el espacio para crear, cultivar, exponer, etcétera, todo lo que se hace aquí en términos culturales, desde lo artesanal, las artes plásticas, la escritura, la poesía, etcétera… (se queda pensativo)

Uno siempre tiene imágenes de maestros, maestras, en la infancia, y en las otras edades. Por ejemplo, una maestra que tuve en la escuela elemental en Bayamón, como en sexto grado, la Sra. Calderón… me ayudó mucho, como que me auspició y fomentó en mí el interés por el arte… yo diría que para mí fue la primera maestra de arte importante. Hubo un certamen que existía en Bayamón en las escuelas elementales… yo hice un paisaje del cañaveral, porque cuando yo vivía en Ponce, detrás de la casa había un cañaveral… esa obra -no recuerdo bien si la hice en tiza- ganó el primer premio en ese certamen de las escuelas elementales… y eso fue como que un momento importante, significativo en que se valora el trabajo de uno, y eso me dio un interés especial en seguir cultivando el dibujo, especialmente.

Desde pequeño, ya en Ponce, yo me destacaba por el dibujo, en mi escuela, aunque a veces me destacaba negativamente, pero siempre me gustaba el dibujo, y con otros grupos de amigos hacíamos pasquines, y esos tipos de cosas, pero siempre estaba dibujando. Pero fue en el sexto grado, en esa experiencia, en que hubo como que un momento especial… que me dio un poco más de motivación. A lo mejor, mirando hacia atrás, en el momento, no creí que eso fuera el caso, pero durante la escuela superior, y en la intermedia, pues, yo seguí interesado en el arte, y estaba siempre en las clases de arte que ofrecían, que no eran muchas, era básicamente una clase… pero eso pesó mucho en mi desarrollo posterior, la experiencia en el sexto grado.

Yo creo que el proceso no fue ni lineal, ni como una espiral. Tuvo bastantes retrocesos, y mucho repensamiento sobre la labor artística… pero lo que realmente a mí me inspiró, después que yo me gradué de escuela superior, fueron algunos pintores puertorriqueños, cuyas obras a mi me sorprendían, cómo ellos podían expresar la realidad nuestra, construirla, y para lo cual la lectura no se podía agotar.

Cuando yo llegué a la Universidad de Puerto Rico, la decisión mía de yo entrar en el Departamento de Bellas Artes fue una decisión un poco paradójica, irónica, porque… lo que yo verdaderamente tenía interés en ese momento era el diseño de zapatos. Yo pensaba ya, desde ese momento, que la pintura, y las bellas artes, y las artes plásticas era algo del pasado, algo de los museos, y el interés mío era más bien con la imagen gráfica, la imagen sintética, y en el sentido de que siempre me gustó… los zapatos era una de las partes de la vestimenta era con las cuales yo más me identificaba. Pensé que podía ser eso, pero no había ninguna oportunidad en Puerto Rico para estudiar el diseño de zapatos, solamente en Europa, quizá. Como yo tenía que decidirme, para entrar a Bellas Artes, y como yo estar involucrado en la lucha estudiantil, ir al colegio de Ciencias Sociales era algo redundante para mí. Cuando decidí entrar en Bellas Artes lo que más me interesaba era la pintura. En ese momento la pintura estaba en un nivel donde lo conceptual era más dominante que la manufactura misma, la parte más plástica. Para mí, también muchos de los maestros, pintores puertorriqueños, no estaban en la Universidad… así que había cierto desbalance en lo que yo quería estudiar y en lo que se ofrecía en la Universidad, pero fue una experiencia bien importante, tanto en términos teóricos como de taller, que me preparó para seguir, porque yo pienso que es en la práctica como uno aprende el oficio de pintor. En ese sentido, cuando yo me trasladé a la ciudad de New York tuve otras experiencias y otros estudios que ayudaron a completar la experiencia que tuve en Puerto Rico.

Por el hecho de que en Puerto Rico, en este caso, la lucha por la independencia se transmite de generación en generación, en el caso mío, yo soy parte de una tercera generación, y tenía una escuela en la casa, en mi hogar… y en otras actividades que yo asistía desde pequeño, y en lecturas, fuera de la escuela… pero yo pienso que, no solo en Puerto Rico, sino en cualquier país, cualquier individuo, como cualquier colectivo, porque están unidos lo individual y lo colectivo, uno tiene que tener una conciencia de uno, tener una conciencia de los otros, y si uno no tiene eso, comenzando con uno, y uno no lo tiene claro, es más difícil poder acercarse a los otros, poder comprender a los otros. Yo creo que en el caso nuestro, que es bien especial, particular, único, nosotros tenemos que recurrir, siempre que estamos hablando de arte, cultura, lo que sea, a nuestra realidad histórica, social y política, porque si no entendemos eso, estaríamos hablando en el vacío, flotando. Entonces creo que todos los países del mundo, como todas las sociedades, tienen que partir de ella para elevarse y llegar hasta donde tengan que llegar… si uno llega a Júpiter, chévere. Pero uno no puede asumir la universalidad, la internacionalidad, si uno no parte de la realidad de uno. Si uno no es libre, ¿entiendes? Sin embargo, dentro de una estructura de opresión, de sujeción, uno siempre puede cultivar una práctica de libertad, uno puede ser hasta más libre que mucha gente que vive en repúblicas independientes. Y eso yo lo he comprobado, no solamente en la experiencia en Estados Unidos, en New York, que es una ciudad cosmopolita, pero también en las prisiones federales, donde yo me encontré con gente de todos los sitios del mundo. O sea, lo que se puede considerar como la mentalidad colonial es algo bien universal, pero en el caso nuestro, nosotros tenemos que resolver este lío estructural de status para poder entonces desarrollarnos a lo que nosotros consideremos que es lo mejor para nosotros. En ese sentido, todo lo otro no se puede ver aislado de esa problemática.

Se viven dos realidades en Puerto Rico: la estructura colonial, y la Nación. Nosotros somos una nación, y somos una nación bajo estructuras coloniales, pero hay personas artistas, por ejemplo, intelectuales, que viven más la colonia que la nación; hay otros artistas intelectuales que viven más la nación que la colonia, hay otros que viven o una o la otra, y están enajenados de una o la otra, y verdaderamente no creo que puedan hacer unas conexiones saludables, en donde su práctica como artista, pueda abordar esa problemática de la forma más saludable, más vigorosa, más poderosa. En ese sentido es difícil no hablar de eso, porque uno quisiera superar eso, dejarlo atrás, pero la única forma de dejarlo atrás, de superarlo, es mantener esa conciencia, y de ahí partir… como si fuésemos libres e independientes, como si fuera una independencia que existe dentro de las estructuras coloniales.

Haciendo una conexión con la cuestión educativa, lo importante para mí es tener conciencia, crear conciencia, y darse cuenta de la realidad, de las distintas esferas, los distintos procesos, prácticas, por eso, si uno sabe de qué se trata la práctica de cómo ser independiente como individuo, y tratar de desarrollar unos principios sobre la libertad: la libertad de expresión, la libertad de pensamiento, no importa donde uno esté, uno va a seguir siendo eso. Claro, uno está en unas condiciones distintas, y hay unos límites distintos. Para mí, el tiempo que yo estuve en prisión que fueron veinte años, que es bastante tiempo para uno conocer eso, yo comparo la salida mía a Puerto Rico, en 1999, de fue salir de la prisión de la que estamos hablando, la clasifico como salir de una prisión cerrada. Puerto Rico mismo es como una prisión abierta. La gente vive con miedos, vive encerrada. La ola de criminalidad… la gente vive en un terror, no sería saludable llamarlo una sociedad donde la gente vive sin ese miedo. También hay una cultura del miedo que va paralela a esta…. Entonces, quiere decir que el lugar determina esos límites, de movimiento, de expresión, etcétera. En la prisión yo tuve que hacer una decisión: qué era lo que yo podía hacer allá adentro. Con las oportunidades que había yo comencé a enfocarme, continuar la educación, los estudios, hacer lo que se pudiera hacer en cada prisión, porque eran muchas prisiones, para poder seguir pintando, escribiendo, comencé a escribir más… pero lo importante era no perder la perspectiva, según la conciencia mía en ese momento, de que yo estaba allí por unas razones específicas. No era solamente sobrevivir la experiencia, sino sobrevivirla para algo que pudiera trascender esa experiencia. En el caso mío, la capacidad mía era poder desarrollar la pintura y la escritura para poder, de alguna forma compartir, intercambiar esa experiencia en la prisión con la gente afuera… una forma de llegar a la gente de afuera. Eso fue lo que hice en todos esos años, en eso me enfoqué, además de hacer otras cosas más de diario, como hacer ejercicio, ese tipo de cosa.

Pienso que no es tan diferente como cuando uno está afuera… el problema es que uno siempre habla de afuera y adentro, cuando uno está adentro. Todos los presos siempre están pensando, no importa si tienen cadena perpetua, siempre sueñan con la libertad; es una cuestión bastante universal. Si uno lee, por ejemplo, La Casa de los Muertos de Dostoyevski, que la escribió hace más de un siglo, él decía precisamente eso, en su experiencia en Siberia. Él decía que los presos, no importa si estuvieran encadenados de cara hacia las paredes, hasta que se murieran, siempre soñaban con la libertad. Eso quiere decir que la libertad tiene una importancia primordial en la vida humana, y algunas veces, cuando uno la pierde en el sentido más general de la palabra, pues entonces uno le da la importancia que nunca le había dado antes. Cuando uno está luchando por una forma de libertad, por la independencia de tu país, por ejemplo, uno tiene que mantener esa perspectiva y añadir a esa experiencia. Porque mucha gente habla de libertad, pero es como un signo, y ese signo se transforma en una tabla de contenido: por ejemplo, “libertad significa (esto)”. Pero, verdaderamente, la libertad real, la que nosotros construimos, la que se puede ver en muchas formas o procesos, es la que nosotros verdaderamente podemos, en la experiencia, intercambiarla, de ser de una forma intelectual, en términos de exigencias, en términos de la experiencia de cada uno, pero también en la forma simbólica, que pienso que es la forma que puede al mayor número de personas.

Por eso pienso, en ese sentido, que el arte es el límite de la libertad. La expresión, el lenguaje, el pensamiento artístico… después de eso no hay más nada. Eso quiere decir que si a través de un poema, una pintura, una obra de teatro, una película, cualquier expresión artística, pone a uno a pensar, a cobrar conciencia de un montón de cosas que uno no las ve bien… es como en el sueño, en el que uno puede ver ciertas cosas, hasta resolver problemas que uno incluso no les ve solución en la vida. Es como la vigilia…

Precisamente, hablando de la educación pública, pienso que toda la educación debiera ser pública para que todo el mundo tuviera acceso igual a las instituciones de la educación… eso no quiere decir que el sistema de educación pública en un momento dado no sea como tiene que ser, pero lo que quiero decir es que la educación debe estar abierta a todos los miembros de la sociedad. Debería estar encaminada a poder formar verdaderamente ciudadanos libres, lo que es redundante, porque ser ciudadano quiere decir precisamente ser libre… o debiera serlo.

En el caso de la Escuela de Artes Plásticas, donde yo he sido profesor durante los pasados tres años y medio, la experiencia ha sido bien positiva. Para mi ha sido como ser un pez dentro del agua. En el sentido en que uno está formando artistas, tanto en el oficio como en las ideas; ya sea en términos de teoría, o conceptuales, lo importante para mí es que el individuo aprenda a pensar, o piense por sí mismo. Y al hacer eso, luego pueda independizarse de cualquier maestro, institución, etcétera. Puede mantener los lazos, pero es para mí importante que pueda ser un individuo que piense, que pueda tomar decisiones, que tenga una visión crítica, que pueda ver la relación entre el proceso artístico y los demás procesos de la sociedad. Que pueda ver la relación entre el arte en todas sus manifestaciones, y la dimensión artística que existe en todos los seres humanos, independientemente que si hacen obras artísticas o no. Porque hay una necesidad de representar la realidad, y eso pasa en todos los seres humanos. Entonces, cuando uno entiende esas conexiones, creo que uno puede entonces cultivar mejor eso que llamamos la libertad, la independencia de criterio, y mantener el lazo con la colectividad, con los otros, porque cuando uno piensa por uno mismo, uno también necesita ponerse en el lugar del otro. Quién es el otro, y cómo piensa el otro, para que pueda haber un entendimiento mejor. Y luego, aprender a manejar las consecuencias de esos pensamientos y actos, porque si uno no está dispuesto a bregar con las consecuencias, sean negativas o positivas, uno no ha aprendido a pensar verdaderamente, porque ha desligado el pensamiento de los actos… la teoría de la práctica. Más o menos esos tres conceptos, pensar por uno mismo, ponerse en el lugar del otro, y aprender a llegar hasta las últimas consecuencias, como decía el filósofo Emmanuel Kant, creo que no haya cambiado mucho en el mundo contemporáneo de otros, no importa los cambios que hayan ocurrido intelectuales, culturales, científicos, etcétera. Para mí, lo que yo considero importante como profesor es eso. Para mí, los educadores tienen el deber de buscar que los estudiantes puedan desarrollar las habilidades de que puedan pensar por si mismos. Claro, dándole uno las distintas perspectivas, ángulos, etcétera.

No creo, ni me interesa convencer a nadie de las ideas mías. No me interesa tener discípulos, verdaderamente me interesa tener estudiantes. No quiero que me sigan a mí y que traten de seguir los pasos del maestro. Si lo hacen, no tengo control de eso, pero lo que es importante es abrirle el pensamiento, las posibilidades, las variaciones, las relaciones que han existido entre el proceso artístico y los otros procesos humanos, para que los estudiantes puedan, por ellos mismos, cultivar esa visión crítica, esa percepción, esa conceptualización, para que puedan forjar una obra, que tenga significado, y que no sea meramente mercancías que se venden, u obras que reflejan la ultima moda, o cosas que verdaderamente no tienen una base en la realidad que vivimos nosotros.

Uno nunca debe olvidar la experiencia de uno como estudiante. Porque unas veces uno ve al estudiante como si uno nunca lo hubiera sido, y vemos solamente lo negativo, y las características propias de una generación, y olvida que uno también fue parte de una generación joven. Creo que los estudiantes en Puerto Rico --y en mi caso, los de la Escuela de Artes Plásticas- reflejan un estado bastante global de la situación en las sociedades contemporáneas, en relación a las tecnologías, en relación a la disciplina de la lectura… veo que hay menos interés en leer en el presente que lo que había en la generación mía y en las generaciones anteriores. Eso es un problema, porque los estudiantes no tienen el interés, la motivación, el tiempo… algunas veces, en la escuela hay estudiantes que trabajan, tienen dos trabajos, y la transportación, sabemos como es en Puerto Rico… todas esas circunstancias determinan el tiempo accesible para dedicarlo al estudio. El otro problema que existe es la asistencia a clases. Hay muchas ausencias. Cuando yo regresé a Puerto Rico, noté que para muchos el jueves se convirtió en viernes. El jueves es el último día de clases; si tienes clases los viernes, la asistencia va a ser bien pobre. Todo eso va a determinar si el genio de estos estudiantes, si el potencial de ellos se va a cuajar. Porque uno no es artista solamente por el hecho de que tenga una habilidad, sino tiene que cultivarla. En todas las escuelas de arte siempre hay un por ciento muy bajito de artistas que van a continuar y ser “artistas serios.” Otros van a entrar a otras ramas, necesarias también. Sin embargo, uno siempre debe tener eso en cuenta para no despistarse, perder la perspectiva, y darle la oportunidad a todo el mundo. Luego cada estudiante va a decidir su destino: cómo va a ser su vida y su trayectoria.

Ahora, yo creo que en Puerto Rico tenemos, y creo que no hay mucha diferencia en el sentido del potencial de los estudiantes. Digo esto porque yo lo he observado en otras escuelas de arte donde yo he estado, inclusive en el Instituto de Arte de Chicago, que es una de las escuelas más prestigiosas. La diferencia entre las facilidades que hay, entre una y otra son intensas. Chicago es una ciudad que, aunque está en el centro de los Estados Unidos, alguna gente la llama provincial, aunque tiene más oportunidad y es más cosmopolita, que, digamos, el Viejo San Juan. Sin embargo, creo que en términos de potencial no hay mucha diferencia. Creo que tenemos tan buenos estudiantes en Puerto Rico como en cualquier parte del mundo, y con un potencial inmenso. A veces creo que las exhibiciones de estudiantes son mejores que las exhibiciones que hacen los artistas ya profesionales, porque hay una efervescencia… hay algo de naiveté, pero también hay una frescura, una inventiva, que no se nota en muchas otras exhibiciones, hay más vida en éstas. Yo creo que el material humano es excelente, lo que pasa es que los otros aspectos, las circunstancias, tienen un peso muy grande, y es lo que yo te dije: el decaimiento de la práctica de la lectura, el ausentismo, la necesidad que el estudiante tenga que para trabajar, la transportación… todo eso hace que las posibilidades sean menos que las que pudieran tener.

Yo coincido con una teoría de la educación que dice que cada individuo tiene unas necesidades específicas, especiales. Que no todo el mundo tiene un desarrollo igual. Yo creo en un desarrollo desigual: las sociedades, los individuos, etcétera, los tienen. Si el profesor tiene conciencia de eso, va a entender que lo importante es que tú le des una orientación a cada estudiante, de acuerdo a sus intereses, de acuerdo a su estilo, de acuerdo a sus preferencias, y que tú le puedas expandir el marco de posibilidades. En ese sentido, la motivación puede ser el profesor mismo. Puede ser que los estudiantes puedan aprender unos de otros… yo creo que todo está en cómo el profesor maneje todas las estrategias de enseñanza, ponerlas a funcionar de acuerdo a las necesidades específicas de cada clase, de cada estudiante, y del momento histórico.

Por ejemplo, si hay un tema específico que uno piensa que lo estudiantes tendrían interés en desarrollar… Por ejemplo, en una de mis clases yo sugerí el tema de la guerra, que estaba en la conciencia y la mente de de la gente. Entonces los estudiantes desarrollaron obras, tuvimos sesiones de crítica, para ver si la creación era demasiado literal, y entonces no podía tener algo que tuviera un sentido más metafórico,… yo creo que todo eso motiva a los estudiantes, para que ellos puedan ver el arte, no solamente como algo de galería, ser un artista “de cuadritos,” sino como una fuerza de influencia en el pensamiento, en la conciencia de una sociedad.

Yo no tengo verdaderamente… no puedo decir que tenga un pintor favorito. Podría decir que en Puerto Rico, el pintor, como pintor, que puedo decir que más me ha tocado, ha sido Carlos Raquel Rivera… pero hay un montón de pintores y pintoras… porque creo que en Puerto Rico creo que las pintoras son mejores que los pintores, especialmente las jóvenes…. Creo que hay muchos, pero creo que en términos de mi desarrollo, en términos del desarrollo de las imágenes, el color, la cuestión nacional, y cómo se inserta en el arte universal, Carlos Raquel es el que más me ha interesado. Desde luego, hay otros que para mí han tenido un interés especial.

Entre los autores, escritores, poetas, me pasa lo mismo. En mi experiencia personal yo estuve muy cerca a Juan Antonio Corretjer, porque yo estaba en la Liga Socialista, en mis años de estudiante, y eso ocupó una experiencia muy importante, bien significativa. La poesía de él es una de las más importantes, efectivas, significativas que recoge los aspectos importantes de nuestra historia, y, en términos de la musicalización también ha sido bien significativo… pero en general, yo tengo muchas amistades, poetas, novelistas, a quienes yo admiro, y respeto su poesía. Iván Silén, Ché (Joserramón) Meléndez, entre los contemporáneos… en términos de los otros escritores puertorriqueños, hay una gama de novelistas y poetas que han sido muy importantes en Puerto Rico…. Pero no tengo un favorito tampoco.

La clase que yo más detesté… en la universidad de Puerto Rico: biología, y fue bastante.. (ríe)

Luis López Nieves

(entrevistado en 1-agosto-2003)

Mi nombre es Luis López Nieves y soy varias cosas, entre ellas profesor y escritor. Soy catedrático de la Universidad del Sagrado Corazón, donde doy clases graduadas de maestría en comunicación, y pronto estaré dando clases en un nuevo programa de maestría en creación literaria. También soy escritor, autor de tres libros de ficción.

Mis primeros tres años los estudié en un colegio privado. Luego pasé a la Escuela Elemental Luis Muñiz Souffront, en Caparra Terrace. Estudié mi escuela intermedia en la escuela Las Américas, por el área de Puerto Nuevo, e hice mi escuela superior en la Gabriela Mistral, de donde tanta gente destacada se ha graduado. Era la escuela principal en aquella época. Yo me gradué en 1965, y para aquella época había muy pocas opciones: estaba la Escuela Superior Central en Santurce, la Gabriela Mistral en el área de Caparra, y muy pocas más. Luego pasé a la Universidad de Puerto Rico, en Río Piedras, que es también parte de nuestro sistema público, donde hice mi bachillerato. Estudié maestría y doctorado en la Universidad del Estado de New York en Stony Brook (SUNY), otra universidad estatal. Se puede decir, entonces, que mi formación es prácticamente toda estatal, no privada.

Yo leía mucho cuando estaba en la escuela. Siempre fui un lector voraz. No puedo decir que salí de escuela superior diciendo que iba a ser escritor, pero recuerdo que mi mamá me tenía que apagar las luces a la una de la mañana. Ella venía, me veía todavía leyendo, me apagaba las luces, me decía que me durmiera... y cuando se iba yo volvía, encendía la luz, y seguía leyendo.

Nunca había pensado en la literatura como profesión. Yo escribía mis cositas, pero era más bien un pasatiempo. Ya en la universidad fue que me interesé en esto, gracias a un taller de cuentos que cogí con René Marqués en mi segundo año de universidad. Yo veo anunciado el taller, y de pronto dije: “Caramba, esto me podría interesar.” Tomé el taller de cuentos, y ahí fue que decidí ser escritor. Aún así, yo todavía no pensaba en estudiar literatura, sino en estudiar leyes o algo así. Tenía la idea de escribir, pero a la vez tener otra profesión, hasta que un día dije que no. Realmente no me interesaba nada más. No me interesaban las leyes ni ninguna otra cosa. Me daba cuenta de que con un bachillerato en literatura no iba a lograr mucho en la vida. Tomé la determinación de que debía de estudiar completo. Me dije: “Si voy a estudiar literatura me voy hasta el doctorado, para que al menos económicamente no vaya a estar pasando necesidades.” Tomé la decisión, me encaminé a estudiar literatura, terminé el doctorado, y desde entonces soy profesor.

Yo no tengo recuerdos claros de qué materias me gustaban o no me gustaban en la escuela, pero puedo decir que no me gustaban las matemáticas. Nunca me gustó el álgebra y esos asuntos. Sin embargo, yo creo que tiene que ver mucho con los profesores, porque luego tomé un curso de geometría, y esa es una de las clases que recuerdo con más cariño. Yo no tengo ningún amor por la geometría, ni nunca me interesó estudiarla, pero para mí esa clase fue fabulosa, y fue por la profesora, que recuerdo que era la profesora Berríos. La clase fue extraordinaria, y me gustó mucho, si bien no definió mi vocación. Todavía hoy, a los 53 años de edad, cuando me estaciono en Plaza Las Américas, por ejemplo, y empiezo a caminar hacia donde voy, siempre me viene a la mente la frase: “La distancia más corta entre dos puntos es la línea recta” (ríe), que era un teorema de la clase. Todavía me acuerdo, cada vez que tengo que decidir si tengo que caminar, atravesar entre los carros… (ríe).

De las clases de español, particularmente, no me acuerdo. La culpa no es de los profesores, sino del currículo. Los cursos de literatura en Educación, muchos de ellos, lo que hacen es crear estudiantes que odien la literatura, porque son tan malas las novelas que les dan… les dan estas novelas horribles, que no tienen nada que ver con la realidad de ellos: “Isla Cerrera”, cosas como esa, realmente lectura que es aburrida y mala. La gente terminaba odiando la literatura.

Yo, por suerte, me crié en un hogar lleno de libros. Leía los libros de la biblioteca de mami y de papi. Si me hubiera tenido que leer solamente lo que me hacían leer en Instrucción Pública, habría sido terrible para mi formación literaria y cultural.

Yo no puedo hablar con propiedad de si los estudiantes que me llegan de escuela pública son buenos o no, porque yo realmente no sé de dónde vienen mis estudiantes. Nosotros no le preguntamos si son de escuela pública o privada, allí todos son iguales. Lo que sí veo es un estudiante que, por desgracia, viene con unos problemas de falta de identificación. La cuestión política los tiene locos. Algunos llegan creyéndose norteamericanos, otros llegan sin saber exactamente qué son, otros llegan sabiéndose puertorriqueños. En ese sentido veo un problema, porque todos deberíamos ponernos de acuerdo: somos puertorriqueños. Si tú quieres convertir a Puerto Rico en un estado de Estados Unidos, dale, hazlo, pero somos puertorriqueños. Esto ha llegado al absurdo de la gente negar que seamos puertorriqueños. A un perro, por más que le digan que es un gato, siempre va a ser un perro. Nosotros somos puertorriqueños.

Eso se refleja también en los asuntos del idioma. Siempre veo una falta de interés, a veces, por entender y conocer la lengua española. A veces veo una actitud de que lo importante realmente es saber inglés, porque es lo que necesito para el trabajo, y el español no es tan importante. Se equivocan por una razón muy sencilla. El español, el idioma, es la herramienta con que uno piensa. Ellos tienen que entender que si el dominio de tu lengua es defectuoso, tu pensamiento va a ser defectuoso. De la misma forma en que un carpintero, para que su trabajo le quede bien, necesita herramientas buenas –martillos buenos, clavos buenos–, si nuestro dominio de la lengua y vocabulario es defectuoso, no vamos a poder abstraer correctamente. De ahí parte la campaña que hicimos en la Universidad del Sagrado Corazón: “Idioma defectuoso, pensamiento defectuoso”.

Eso es lo más que yo lamento en los estudiantes que recibo inicialmente, pero realmente me siento orgulloso de que, cuando salen graduados de nuestra universidad, ya eso lo han aclarado plenamente. Yo soy profesor de redacción, y en un semestre nuestros estudiantes aprenden lo que debieron haber aprendido en los 16 años anteriores. Lo aprenden bien, porque nuestros estudiantes son inteligentes.

Yo no doy clases a nivel de bachillerato actualmente; enseño a estudiantes graduados. Al estudiante que viene a nuestras clases, particularmente los que hacen su concentración en un programa nuevo que se llama “Redacción para los medios”, en maestría, no tengo que motivarlo. Usualmente viene motivado ya, porque le interesa escribir.

A veces, simplemente por ignorancia, y no por vagancia o por desinterés, esas actitudes de que los acentos no son importantes, y cosas por el estilo, vienen con el estudiante. Tan pronto uno se lo aclara, y se lo aclara de una forma que ellos lo entiendan sin dudas, ya ellos asimilan eso. Nosotros estamos produciendo una gente que consigue trabajos extraordinarios por primera vez en Puerto Rico, porque tenemos la única maestría en redacción para los medios en la Isla. Los consiguen inmediatamente, porque Puerto Rico necesita buenos redactores. Las estaciones de radio y televisión, los noticiarios, la prensa, los reclutan enseguida, porque una de las cosas de las que más se quejan los jefes de agencias de publicidad y de medios cuando vienen adonde mí es: “Profesor, necesitamos gente que sepa escribir. Aquí viene gente a pedir trabajo, y no sabe escribir.” Nosotros estamos produciéndolos ahora. La clave es explicarles a ellos lo importante que es la buena redacción, y ya ellos lo captan.

Somos muy concientes de que hace falta una buena base de cultura general para formar a un buen comunicador, a un buen redactor, porque nuestro programa de maestría en comunicación tiene cuatro concentraciones: Medios y cultura contemporánea, redacción para los medios, publicidad, y relaciones públicas. Las cuatro concentraciones necesitan ese trasfondo de cultura general del que hablamos. Nosotros integramos ambas cosas.

Por ejemplo, en el curso que conocemos en la USC como Redacción 610, “Redacción para los medios”, que es el primero que ofrecemos, obviamente se redacta y se hacen ejercicios de redacción. Sin embargo, cada semana los estudiantes tienen que leer una novela, y tienen que resumirla en dos páginas. En trece semanas de clase leen trece novelas. Esto cumple tres funciones. Primero, obviamente, para practicar la redacción haciendo los resúmenes. Segundo, una cosa muy importante para un redactor: la síntesis, porque están leyendo una novela y la están resumiendo en dos páginas. Tercero, tan importante como las anteriores, están adquiriendo cultura general. Leen obras a las que ellos no habían estado expuestos, porque muchas veces, como decíamos, lo que se les ha dado anteriormente han sido lecturas no muy interesantes. Se les da una buena selección de lecturas pertinentes para ellos, como libros de García Márquez, con la idea de ayudarlos a ver que, como futuros redactores, deben ser buenos lectores también.

Yo creo que no soy la persona más adecuada para hablar sobre la motivación que puedan necesitar los estudiantes de bachillerato, o de escuela, para interesarse por adquirir interés sobre la literatura, el dominio del idioma o la redacción. Durante la mayor parte de mi carrera universitaria he sido profesor a nivel de maestría, y aquí ya se reciben estudiantes motivados. Yo creo que la experiencia de un profesor que recibe estudiantes de primer año, “prepas”, o estudiantes de segundo año, pues es muy diferente. Al principio, hace 20 años, le di clase a esos estudiantes y estuve a punto de pegarme un tiro (ríe). Realmente no me acuerdo mucho. Sé que es difícil, pero también sé que puede depender de la institución. Por ejemplo, en la USC los estudiantes de primer año tienen un nivel de ingreso similar a los de la Universidad de Puerto Rico, no se admite a todo el mundo como ocurre en otras universidades privadas. De por sí, a la USC entran buenos estudiantes. Por ejemplo, yo estuve dando una clase de bachillerato, pero avanzada, de cuarto año. Los estudiantes que tuve eran excelentes. Ahora, era una clase de redacción de guiones, y había gente que estudiaba telecomunicaciones. O sea, se trataba de gente que ya estaba motivada.

A nivel de maestría, como decía, hablamos de un estudiante más maduro, que está pagando un buen dinero para hacer su maestría, y por tanto está motivado. No es lo mismo. Sí he oído a mis compañeros y colegas que han tenido que bregar con el estudiante que está ahí, sentado, pero como queriendo preguntar: “¿Qué diablos hago aquí? Esta clase no me interesa”. El estudiante que, por ejemplo, estudia contabilidad pero le han hecho tomar una clase de literatura, y se siente como el ser más infeliz del mundo, porque no le interesa la literatura para nada, y dice: “Yo lo que quiero ser es contable”. Algunos profesores de cursos básicos tienen que bregar con ese tipo de estudiante. Pero ocurre al revés también. A los que nos interesan las humanidades, que tuvimos que tomar ciencias biológicas y matemáticas obligados… esa es una situación muy terrible. Pero como profesor yo no la conozco; tengo la dicha como profesor de recibir estudiantes motivados, que pasan por un filtro, porque para estudiar maestría no se escoge a cualquiera. Tienen que tener notas altas, hacer un buen examen de ingreso, tener un bachillerato bien hecho. No llegan a la maestría preguntándose: “Ay, ¿qué voy a hacer?”, sino diciendo: “Voy a estudiar redacción para los medios” o cualquier otra materia específica. Soy dichoso, porque estoy trabajando con estudiantes buenos.

www.ciudadseva.com es una página electrónica que fundé en 1995, hace ya ocho años. La fundé primero por mera curiosidad, porque yo era un aficionado a las computadoras, y el Internet siempre me interesó desde el principio. Comenzó casi como un juego. Le puse así, “Ciudad Seva”, sin pensarlo mucho, porque “Seva” es el nombre de mi primer libro… Me surgió como “Ciudad Seva”, no sé por qué no fue “Calle Seva” o “Pueblo Seva” (ríe), y así le puse el nombre. El proyecto fue luego definiéndose rápidamente. Era una época en que estaban empezando las páginas electrónicas. Para mucha gente, al principio hacer una página de Internet era como una tontería, para poner fotos de sus perros o para comunicarse con los amigos a través de ella, por ejemplo. Sin embargo, me di cuenta y reflexioné precisamente sobre nuestro aislamiento cultural, que tenemos aquí por varias razones físicas, políticas y de otra índole. Empecé a descubrir unos portales electrónicos fascinantes para nosotros: sitios donde uno podía leer literatura, donde uno podía leer noticias de nuestro mundo, sobre nuestra cultura hispana, etcétera. Como muchos de mis amigos, que no conocían de Internet, me decían, cuando leían el material que yo les refería: “Oye, ¿y dónde leíste esto?”, empecé a poner todos estos enlaces en mi página. Ahí empezó una de las secciones más importantes de Ciudad Seva, que todavía existe. Hay una sección de enlaces, otra llamada “¿Adónde Ir?”, otra llamada “Literatura”. Hay otra que ha sido felicitada, en Chile y en otros sitios, que se llama: “Bibliotecas Electrónicas Públicas”, donde básicamente se pueden leer millones de libros gratuitamente.

Uno de nuestros proyectos más recientes ha sido nuestra Biblioteca Digital. Yo soy cuentista y profesor de un taller de cuentos. Ahora voy a comenzar a enseñar clases de maestría en creación literaria. Por tanto, he empezado una Biblioteca Digital de cuentos. A este momento tenemos más de 1,500 cuentos clásicos. Es la biblioteca digital de cuentos clásicos más importante del mundo, en este momento. Tenemos 1,500 cuentos, la crema de la crema de los más importantes escritores. Crece todos los días, gracias a nuestro equipo de trabajo.

Ciudad Seva, claro está, también tiene información sobre mi obra literaria, que también fue una de las razones principales por las cuales creé la página, porque muchas personas que estaban estudiando algunas cosas de mis libros me pedían información, me pedían fotocopias. Por tanto, yo he puesto esa información en Ciudad Seva, y es mucho más fácil para ellos imprimirlo o descargarlo.

En este momento Ciudad Seva está cumpliendo varias funciones. Primero, personalmente como escritor la utilizo para divulgar información sobre mi obra. Segundo, la uso como un punto de intercambio cultural, tanto para el que comienza como para el que lleva mucho tiempo trabajando con Internet. Por ejemplo, hay una sección de Prensa, donde hay enlaces a los periódicos más importantes de Argentina, España, México, Colombia, Venezuela… Todo está en español, por supuesto. Yo no tengo nada orientado al mundo de habla inglesa.

Cuidad Seva es un trabajo de equipo, hecho por un grupo de voluntarios que nos están ayudando. Todos los días nos llegan mensajes del mundo entero: Argentina, España, México. Muchos de los mensajes son de maestros y maestras, que nos dicen: “Yo estaba desesperado, no conseguíamos tales materiales. Ahora de gratis le puedo dar a leer a mis estudiantes los mejores cuentos del mundo con solamente entrar aquí, y todo está bien tan bien hecho, tan corregido. Los textos están muy buenos. Los felicitamos“. Todos los días nos llegan mensajes como éstos. Hoy día tenemos 1,500 cuentos; de aquí a un año nos gustaría tener más de 2,500, si es posible. Desde luego, no es una cuestión cuantitativa, sino de calidad. Hay mucho criterio de calidad -que es lo más importante para nosotros- por lo que hay mucho material que no hemos podido poner allí. Seguiremos esa labor mientras podamos.

Me preguntan sobre el “status” del español en Puerto Rico. El español en nuestro país está sólido. Yo lo que creo es que hay mucho chango, mucho estúpido, que piensa que hablar salpicando la conversación con palabras en inglés lo hace ver más culto o inteligente, cuando realmente lo que se percibe es que son más ignorantes. La lengua no es como las matemáticas. Medio idioma más medio idioma no hace un idioma. Es importante saber inglés. Yo sé ingles y no tengo ningún problema con eso, pero es más importante saber español, que es nuestra lengua. Es importante saber, además, cuándo hablar uno de éstos y cuándo no hablarlo. Quien los mezcla, sin saber qué idioma está hablando, demuestra que no conoce bien ninguno de los dos idiomas, y tiene defecto mental. Es un gago intelectual.

Creo sinceramente que gran parte de esto es changuería y vagancia. Volviendo a mis estudiantes, ellos llegan a la maestría, y llegan de trabajar en agencias de publicidad, que es un mundo en donde se habla mucho inglés. Los primeros días tú los ves a ellos soltando palabras en inglés. Yo les aclaro el primer día, fuera de toda duda: (enfático) “Aquí no se habla una sola palabra en inglés.” A algunos les cuesta un poquito de trabajo las primeras dos semanas, pero ya para la tercera semana se expresan perfectamente en español, sin hablar una sola palabra en inglés. Lo hacen, pueden hacerlo. Cuando no lo hacen, es por una vagancia, porque está asociado a un ambiente que no sólo no desprecia eso, sino que hasta casi lo felicitan. El que anda hablando mitad en inglés y mitad en español por ahí alguna gente hasta se lo felicita. Esta sociedad debe asumir la actitud de entender que eso no es gracioso, que no es que la persona sea muy inteligente y sabe inglés, sino que, al contrario, la persona está matando su lengua, que la persona no tiene conciencia de su lengua, y que eso no es positivo. Una vez nosotros aprendamos a decirles a las personas que salpican el lenguaje con inglés: “Mira, habla bien,” cuando empecemos a asumir esa actitud, entonces la cosa estaría más clara todavía.

Ahora, hay que entender que hay profesiones, como la ingeniería, las computadoras, para las cuales se necesita el inglés. Pero en la Edad Media todo el mundo usaba el latín, era la lengua internacional de la época. Los españoles hablaban latín, y hablaban español, y ya, pero sabían la diferencia entre uno y otro. No estamos hablando de nada distinto.

Lo que tratamos de empezar a hacer con los anuncios sobre el idioma que preparó la USC, la serie que habla de que “El idioma es la sangre del espíritu,” es una cuestión de actitud. El problema es la mezcla que tenemos aquí en la cuestión cultural y la cuestión política. Si tú te pones, por ejemplo, a defender mucho el español en algunos círculos, inmediatamente te acusan de comunista (ríe), que es una cosa ridícula. Los que son pro norteamericanos entienden que la forma de demostrarlo es hablando palabras en inglés. Aquí no estamos hablando de política, aquí estamos hablando de idioma. Simplemente, no eres más penepé porque salpiques tus oraciones con más palabras en inglés. Eso no tiene nada que ver. Si lo eres, simplemente aprende mejor el inglés, y aprende a hablarlo bien. El problema es que a algunas de esas personas que ves salpicando su español con palabras en inglés, tú les hablas en inglés y no saben, no entienden el inglés. No hablan ni un idioma ni el otro. No son bilingües. Son gagos intelectuales.

Hay diferentes medios, y cada medio tiene un uso diferente. La radio y la televisión son medios más inmediatos. Juegan con las cápsulas breves de treinta segundos, donde en 30 segundos la persona tiene que decirlo todo. Hay escritores que han sido famosos por decir citas breves, muy ingeniosas. Pero la prensa tiene la parte de análisis más profundo: la sección “Perspectiva” en El Nuevo Día, por ejemplo. Hay medios que hacen análisis más detallados: Claridad, por ejemplo. No se le puede recriminar a un medio porque no hace lo que no se supone que haga. Un noticiero de media hora no te puede dar un análisis profundo de cada noticia. Ahí lo que vas a ver es, simplemente: “Pasó esto, pasó esto y pasó esto.” Ese medio, por tanto, no es lugar donde se debe ir a buscar análisis. Eso se puede ir a buscar a revistas de discusión más profunda, en revistas académicas, de sociología, que analizan la sociedad, etcétera. A veces, cuando veo la queja de que “ahora todo lo que sale en los medios dura treinta segundos”, yo respondo: “Si lo único que ves es televisión, ¡desde luego!” (sonríe) Si tu vida se limita a sentarte frente al televisor, eventualmente quedarás atrofiado y pensarás sólo por medio de lemas cortos. Ahora, si lees libros, buenos periódicos, buenas revistas, puedes encontrar otra cosa.

El Internet es uno de los nuevos medios. Es muy curioso que se popularice cuando la gente decía que se estaba perdiendo el arte de leer y escribir. Todo era video, todo era televisión y radio, que fue lo que básicamente propició el siglo XX. El teléfono tuvo sus comienzos en el siglo XX. Un poco antes de esto, tú notas que de los siglos XVIII y XIX sobreviven todas estas cartas que se escribían los escritores unos a otros, y en el siglo XX, por desgracia, casi todos los escritores se hablaban por teléfono (ríe). Te das cuenta de que muchas de esas conversaciones fascinantes entre ellos se perdieron… Ahora, curiosamente, hemos vuelto a escribir, porque con el correo electrónico tienes conversaciones, entre escritores, entre gente culta. Ahora tienes portales de análisis en Internet, como www.rebelion.org, o algunos otros, como algunos cuyos enlaces puedes encontrar en Ciudad Seva, en la sección de Prensa. Son enlaces con noticias alternativas, lugares con información menos comercializada, muy diferentes a cnn.com. El mismo Ciudad Seva es un ejemplo en que se consigue muchísima información. Por eso me siento tranquilo ante la preocupación que pueda tener alguna gente de que los medios se vuelvan todos “de quince o treinta segundos”. El Internet está alterando eso dramáticamente.

Muchas gracias.